La ira de Donald Trump contra la OMS ante la crisis global
Donald Trump se sentía muy molesto, y con razón, cuando decidió partir en guerra contra la Organización Mundial de Salud (OMS) y su director general Tedros Adhanom Ghebreyesus. Todos los informes que se apilaban sobre su escritorio contenían malas noticias para él y su gobierno. La economía de Estados Unidos iba de mal y peor, al igual que sus propios negocios. Y todo por cuenta de la pandemia de la mortífera Covid-19. Alguien, menos él, tendría que cargar con las culpas.
La abrupta decisión de Trump de abrir fuego contra la OMS en su conferencia de prensa desde la Casa Blanca, el martes 14 de abril, retumbó en todo el mundo, como una bomba nuclear de última generación. La onda expansiva se extendió a lo largo de la semana.
Profesional de la escena y los anuncios espectaculares, el mandatario se dirigió en particular a sus fieles seguidores y electores para indicarles a quién debían pedir cuentas por el hundimiento de la economía estadounidense. El culpable de 22 millones de estadounidenses parados, en primer lugar en el sector de viajes, hospedaje, restaurantes, bares, casinos, parques de diversión, excursiones, espectáculos deportivos y culturales. El también se sentía víctima y lo sentía en carne propia.
Su conocido resort turístico de Miami, el Trump National Doral, el hotel y sus campos de golf, tuvo que cerrar sus puertas. La Trump Miami Resorts Management LLC anunció el despido de 560 empleados. No solo esa. Su Trump Hotel de Washington, al igual que su resort y terreno de golf en Islandia, tampoco andaban mejor. Y lo peor de todo, su soñada reelección el 3 de novimbre, que parecía segura pocos días antes, podía irse a pique.
Sin el menor recato diplomático, Trump acusó a la OMS y su principal ejecutivo de complicidad con China, donde ocurrió el primer brote del nuevo coronavirus, al no advertir a tiempo –según él- la gravedad de la crisis que se avecinaba y paralizó a Estados Unidos. Dijo que la organización no investigó reportes de fuentes fidedignas en la provincia china de Wuhan, donde el virus fue identificado inicialmente en diciembre, que contradecían las versiones de Beijing sobre la propagación. "La OMS no cumplió con su deber básico y debe rendir cuentas", sentenció.
Ahí mismo anunció que Estados Unidos suspendía a partir de ese momento el aporte de unos 400 millones de dólares anuales a la OMS, que tiene un presupuesto bienal de seis mil millones.
El coronavirus ha infectado la economía de Estados Unidos y el mundo.
Sin embargo, las principales cadenas de televisión y los diarios más respetables de Estados Unidos, como The New York Times, The Washington Post, The Hill, entre otros, recordaban y tenía muy bien guardadas las declaraciones de Trump en enero y febrero, cuando se jactaba de que no había un solo caso en Estados Unidos, “la nación más poderosa y mejor preparada para hacer frente a una contingencia sanitaria” como la que en ese momento ya se dispersaba por Europa.
Alérgico a las malas noticias, Trump había rehuido todos los avisos y advertencias. Ni siquiera prestó atención a los informes de los Servicios de Inteligencia de EE.UU. procedentes de China, que desde principios de noviembre alertaban a la Casa Blanca sobre el brote de una desconocida enfermedad en Wuhan. Se limitó a pasarla a sus aliados de la OTAN y a Israel, socio privilegiado en Oriente Medio, según reveló el viernes 17 de abril el Canal 12 de la TV israelí.
La semana anterior, ABC News había informado que los funcionarios de inteligencia de EE.UU. alertaron sobre el coronavirus en un informe preparado en diciembre por el Centro Nacional de Inteligencia Médica del ejército estadounidense.
Ahora el cúmulo de malas noticias era aterrador. Más de un millón de contagiados y una cifra superior a los 100 mil muertos, ambas en ascenso diario. A día de hoy, más de 40 mil en EE.UU. Otros 5,2 millones más de estadounidenses pidieron beneficios por desempleo la semana pasada, llevando el total de solicitudes en abril a 22 millones, lo que expone una desaceleración económica cada vez más grave por causa del brote de coronavirus SARS-CoV2. La tasa de desempleo de Estados Unidos podría alcanzar el 30% en el segundo trimestre del año. En marzo 163 millones de personas integraban la fuerza laboral de los Estados Unidos, lo que equivaldría a la pérdida de 48,9 millones de empleos. Las solicitudes de desempleo probablemente aumentarían de 3 a 6 millones por semana en en uno o dos meses más. "Esto podría pasar fácilmente al verano", dijo James Bullard uno de los integrantes de la Reserva Federal.
Las cifras de solicitudes de desempleo fueron las últimas de una serie de estadísticas económicas sombrías publicadas durante la semana. Las ventas minoristas cayeron un 8,7%, el mayor descenso mensual desde que comenzaron los registros en 1992. La producción industrial estadounidense cayó un 5,4%, su mayor caída mensual desde 1946.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) vaticinó el 9 de abril que el impacto negativo de la crisis generada por el Covid-19 sobre la economía mundial será el peor que ha vivido el mundo en casi un siglo.
Un estudio de la ONU dijo que el 81% de la fuerza laboral mundial (estimada en 3.300 millones de personas) se encontraba con su trabajo parcial o totalmente cerrado como consecuencia de la pandemia.
Las respuestas a los ataques contra la OMS rebotaron con igual rapidez.
El ataque del acorralado mandatario contra la OMS provocó una rápida condena de los demócratas, los grupos de salud y empresariales. Algunos dijeron que Trump simplemente estaba buscando un chivo expiatorio para su propia respuesta lenta al virus.
Patrice Harris, presidente de la Asociación Médica Americana, subrayó que "suspender los fondos para la Organización Mundial de la Salud (OMS) durante la peor crisis de salud pública en un siglo, es un paso peligroso en la dirección equivocada que no facilitará la derrota de COVID-19".
La Cámara de Comercio de Estados Unidos, generalmente un aliado de los republicanos, consideró que la acción de Trump va contra los intereses de Estados Unidos, según dijo el vicepresidente ejecutivo del grupo, Myron Brilliant.
La presidenta del Congreso, Nancy Pelosi (demócrata por California) dijo el miércoles que la medida de Trump es "peligrosa, ilegal y será rápidamente desafiada".
En realidad, lo que a todas luces preocupa a Trump es que sus aspiraciones a la reelección queden sepultadas bajo la montaña de miles de cadáveres provocada por la pandemia de Covid-19.
Perdió un tiempo precioso. No aprendió de China, Italia y España. Ahora se ha embarcado en una cruzada de autosalvación en la que trata de convencer a todo el mundo de que lo hizo muy bien.
Las encuestas realizadas al calor de la campaña electoral comenzaban a arrojar resultados incómodos. Una de Gallup sobre el impacto de las propuestas “socialistas” del senador demócrata Bernie Sanders, como un seguro médico para cada ciudadano, indicaba que los jóvenes las ven con simpatía. Otra indicó que sólo el 37 por ciento de la población confía en el mandatario para gestionar la situación.
Ansioso por revertir ese proceso, que podría arrasar sus aspiraciones electorales, Trump emprendió una cruzada por la más rápida reactivación de la economía. Pero si en algo los expertos en salud pública, los líderes empresariales y los economistas parecen estar de acuerdo es que para reabrir la economía, Estados Unidos necesita en primer lugar poder hacer el test de coronavirus a millones de personas.
En una teleconferencia con líderes empresariales el pasado miércoles, varios de ellos lo instaron a centrarse en probar a los estadounidenses. No puede reiniciar su negocio si no sabe qué empleados están infectados o tienen inmunidad. Pero Estados Unidos no tiene esa capacidad en este momento.
Al parecer, Trump concluyó que su puerta de escape de esta crisis es convertirse en un presidente de guerra, una nueva guerra contra el “enemigo chino”, contra el que ya ensayó otras costosas contiendas comerciales, para convertir en realidad su slogan electoral “América First” (Estados Unidos primero) que le conquistó el sillón presidencial.




