El turismo de Nuevo León se vacía mientras otros destinos aprovechan su conectividad

17 de Octubre de 2025 6:46pm
Redacción Caribbean News Digital
Nuevo León

 

Monterrey, capital industrial de México, vive una paradoja que desconcierta al sector turístico nacional e internacional. La ciudad y su estado, Nuevo León, gozan hoy de una de las redes aéreas más potentes del norte del país: casi sesenta rutas activas, quince de ellas internacionales, consolidan su aeropuerto como un punto neurálgico para los flujos de pasajeros entre América del Norte y el resto del continente.

Según datos del Grupo Aeroportuario Centro Norte (OMA), solo en el primer semestre de 2025 el Aeropuerto Internacional de Monterrey movilizó 7.29 millones de pasajeros, un 19 % más que en el mismo periodo del año anterior. En términos de conectividad, la cifra es histórica y coloca a la terminal regiomontana entre las de mayor crecimiento del país. Sin embargo, esa bonanza en los cielos no se refleja con la misma intensidad en tierra.

Pese a los anuncios oficiales y al optimismo de las autoridades, el turismo en Nuevo León no despega al ritmo de su conectividad aérea. Los hoteles mantienen cifras similares a las del año anterior, los operadores turísticos locales aseguran que la promoción es insuficiente y los municipios con potencial cultural o natural continúan sin integrarse en un plan de desarrollo turístico estructurado. “Tenemos aeropuertos llenos y hoteles vacíos”, lamenta un empresario del sector hotelero entrevistado para esta nota.

Mientras estados como Yucatán, Jalisco o Baja California Sur aprovechan la apertura de rutas para atraer turismo internacional, en Nuevo León el flujo de visitantes sigue concentrado en viajes corporativos o de conexión. Una oportunidad desaprovechada que —según los propios empresarios— responde a una falta de estrategia clara, liderazgo institucional y coordinación entre gobierno y sector privado.

La desconexión entre la conectividad y la realidad turística

Las cifras oficiales lo confirman. De acuerdo con la Secretaría de Turismo de Nuevo León, la ocupación hotelera promedio en el primer semestre de 2025 fue de 63 %, prácticamente igual a la de 2024. Durante ese periodo se hospedaron 1,591,643 turistas, un aumento del 7 %, y la derrama económica alcanzó los 14,014 millones de pesos, también con un modesto incremento del 7 %.

A primera vista los números no parecen negativos, pero al compararlos con el crecimiento de la conectividad aérea —casi veinte puntos porcentuales más en tráfico de pasajeros— el contraste es evidente. El crecimiento turístico se queda corto frente a la infraestructura y los esfuerzos de promoción que, según el discurso oficial, deberían haber disparado la llegada de viajeros.

De hecho, el 85 % del tráfico aéreo de Monterrey sigue siendo nacional, y solo el 14.2 % corresponde a vuelos internacionales, según OMA. En otras palabras: el hub aéreo del norte de México sigue operando más como un centro de negocios y de conexión que como un imán para el turismo de ocio.

Esta situación se agrava al observar la distribución territorial de los beneficios. La mayoría de las actividades turísticas siguen concentradas en la capital, mientras municipios con enorme potencial —como Santiago, Linares, Bustamante o el Cañón de la Huasteca— carecen de inversión, señalización o promoción. El turismo rural, ecológico y cultural continúa en un segundo plano, sin presencia sostenida en ferias internacionales ni en plataformas digitales globales.

Hartazgo empresarial y falta de estrategia

El malestar entre los empresarios del sector es palpable. Operadores turísticos, hoteleros y restauranteros coinciden en que la promoción estatal es dispersa, poco innovadora y burocrática. Los programas se anuncian con entusiasmo, pero rara vez se traducen en resultados tangibles. “Faltan campañas, liderazgo y continuidad. No se trata solo de atraer vuelos, sino de crear experiencias”, señalan desde la Cámara de la Industria Restaurantera (CANIRAC) y asociaciones hoteleras locales.

En contraste, otros destinos mexicanos —y también del Caribe— están capitalizando su conectividad con estrategias más modernas. Yucatán ha apostado por el turismo cultural y de naturaleza, Los Cabos ha reforzado su posicionamiento premium y Jalisco combina cultura urbana con eventos internacionales. En la región caribeña, países como República Dominicana, Costa Rica o Panamá han demostrado que una conectividad creciente, si se acompaña de campañas de promoción coherentes y producto turístico sólido, puede traducirse en ocupaciones sostenidas y en un incremento real del gasto medio por visitante.

Nuevo León, sin embargo, parece quedar rezagado en esa carrera. Los empresarios del sector aseguran que la falta de coordinación interinstitucional y la ausencia de una política turística con visión a largo plazo frenan el desarrollo.

 “El turismo no se hace con boletines, sino con estrategias que conecten el aeropuerto con los destinos, el producto con la experiencia y el visitante con la comunidad”, explica un operador de turismo de la región.

A esta falta de planificación se suman deficiencias estructurales: carreteras secundarias deterioradas, escasa señalización, oferta de guías turísticos limitada, poca capacitación y una promoción casi inexistente – además del cúmulo de deudas- fuera de los canales oficiales. El turista internacional que llega a Monterrey rara vez encuentra información accesible sobre excursiones, rutas o experiencias locales, y termina volando a otros destinos del país o del extranjero.

El sistema Datatur, de la Secretaría de Turismo federal, confirma que mientras varios estados mexicanos muestran crecimientos de dos dígitos en ocupación y gasto turístico, Nuevo León se mantiene estable, sin repunte significativo. Y aunque las autoridades locales hablan de “resultados consolidados”, la realidad empresarial apunta más bien a un estancamiento sostenido.

La conectividad, sin una estrategia de producto, se convierte en una autopista vacía. Los vuelos llegan, pero los destinos no se llenan. Las oportunidades se escapan hacia lugares que sí han sabido aprovechar la recuperación del turismo global tras la pandemia, articulando una narrativa atractiva y un modelo de colaboración entre sector público y privado.

El caso de Nuevo León plantea una lección para toda la región: no basta con tener aeropuertos modernos y rutas internacionales si no se construye una experiencia de destino. El Caribe, Centroamérica y Sudamérica viven situaciones similares en algunos mercados emergentes: países con infraestructura aérea sólida pero incapaces de convertir el tránsito en turismo efectivo.

El turismo, recuerdan los especialistas, no se mide por el número de pasajeros, sino por la capacidad de retenerlos. Monterrey puede tener cifras récord en conectividad, pero si esos viajeros no se quedan, no consumen ni recomiendan el destino, el éxito se vuelve meramente estadístico.

El riesgo es que otros destinos —en México o en otros países— sigan capitalizando esa ventaja. Cancún, Oaxaca, Medellín o Santo Domingo, por ejemplo, han sabido vincular su conectividad aérea con su identidad turística, diversificando la oferta y fortaleciendo su posicionamiento internacional.

“Si Nuevo León no logra hacer lo mismo, su aeropuerto será un símbolo del potencial perdido: un centro de tránsito más que de experiencias”

El turismo no se llena de cifras, sino de viajeros. Y hoy, aunque los aviones despegan repletos, el turismo de Nuevo León se vacía lentamente.

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