Puerto Banús: no solamente glamour

14 de Octubre de 2012 10:20pm
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Puerto Banús: no solamente glamour

Arrastraba mi deteriorada maleta. La muy maldita venía de rodar por la escalera de la terminal de ómnibus, si, allí en Marbella, que glamour ni que glamour, esta bendita no se cayó en cualquier destino, para caerse qué mejor lugar que Marbella, no menos de 10 escalones, la quise agarrar de la manija, para protegerla, para no arrastrarla y que sus rueditas no sufrieran, la  desagradecida no tuvo mejor idea que romperse, mientras yo amorosamente la abrazaba. Cayó haciendo un ruido estrepitoso,  me quedé helado, petrificado, mi pose, como si estuviera tocando el acordeón pero sin nada que uniera mis manos, colorado de vergüenza y en una  actitud muy tonta, observaba todo alrededor y hacía un recuento de los que se reían, pero no dejo de reconocer que es divertido cuando le pasa a otro.   

Suerte que no se abrió, si hubiese ocurrido estaría arrodillado frente a ella como si fuera un herido, acomodando la ropa, las medias,  el desodorante rodando por los escalones, las remeras también. Todavía aferraba fuertemente el pedazo de manija en mi mano, tampoco entiendo  para que la miraba, mientras hacia un inventario del  deterioro y pensaba, es nueva,  su segundo viaje.  

Los viajeros frecuentes no sabemos qué usar para transportar nuestros bártulos, para que estén  seguros y que no se rompan tan fácilmente. La valija se convierte en la “Caja Fuerte del Turista”, allí lleva todo su capital, cundo queremos conservar algo todo va a parar a ella, el trastorno de perderla en un viaje es terrible. Si las compañías que las manejan entendieran esto, intentarían un manejo más responsable de ellas. La muy bella, la mía,  se convirtió en el martirio de mi viaje, todas las mañanas le dedicaba un buen tiempo en su reparación.

Cruzaba la plazoleta y una fuente de agua te recibe en el Portal de Puerto Banús, te da la Bienvenida.  A pocos metros está el hotel dónde me alojaba. Para este caso opté por un AppartHotel. Una forma de vacacionar  que a mí me apasiona, me encanta la cocina y hacerlo con los productos regionales de cada lugar,  mucho más. A su vez el ahorro que implica no comer afuera me permite comprar otras cosas que también me llenan, pero de satisfacción.

El departamento en suerte merece un párrafo aparte, era tan enorme que necesitaba un guía profesional para recorrerlo. Dirán: Uhhh, que exagerado, y les puedo asegurar que no lo soy para nada. Vestíbulo, Gran living, enorme, cocina amplia, comedor diario, con ventanal, baño. Zona de sueño: habitación vestidor, baño principal y el Dormitorio. A su vez, si eran más pasajeros, un dormitorio con cama matrimonial y otro baño. Una locura total. Todo por el mismo precio que una habitación de Hotel.

Ventajas: con pequeño sacrificio, se ahorra mucho dinero y se puede ocupar el mismo en compras o extender los días. Desventajas: El sacrificio y algo que aparentemente ocurre en todos los lugares del mundo, siempre pensé que era solo en mi país. El Turista cuando llega, no encuentra nada de lo que necesita para vivir en forma inmediata. Es poco creíble que uno deba salir corriendo a comprar cosas. Ningún empresario pierde su capital, si se le agrega al costo: café, té, azúcar, aceite, detergente, servilletas, etc. En pequeñas cantidades. El turista no debe perder tiempo al minuto que llega en buscar un supermercado para sus   necesidades  inmediatas,  se ve obligado a comprar estos elementos, por ejemplo en envases familiares, cuando por dos o tres días lo que necesita son cantidades  mínimas.

Hice un recorrido de reconocimiento por el departamento y salí enfurecido a la calle,  la ansiedad me devoraba, me parecía imposible estar allí y tenía cuatro días para disfrutarlo, la salida del appart era a un lúgubre pasillo y por un lado tenía una calle comercial,  por el otro daba directamente a una calle que bordea al mar, la más importante del Puerto Deportivo. El sol del mediodía parecía que quería partirme al medio,  pero poco me importo. Devoraba las distancias,  la calles y callecitas tratando de mirar todo en segundos, los bares y chiringuitos se empezaban a poblar,  los platos de frutos de mar y las cañitas estaban en todo su esplendor. Todo me parecía atractivo. Miraba vidrieras,  algo no tan usual en mí,  pero eran tan llamativas que hasta me paraba en las femeninas. Cuando me daba cuenta miraba en seguida en todas direcciones para ver si había algún conocido. Por suerte no ocurrió.

Las embarcaciones, las motos, los autos. Las Mujeres. Cosa de locos. Ya habían pasado casi dos horas. Y si algo no puede controlar el hombre es el cansancio. Te arruina todos los planes, la sed y el hambre son buenos compañeros de este último, así que emprendí mi regreso hacia el que sería mi reducto por unas días, cuando estuve allí pregunté donde había un supermercado. Ahí. Fue la respuesta. Al lado. Lo habían puesto para mí. Cargué jamón ibérico, mucho, una baguete crujiente, tomate, manteca para el sándwich, cervezas,  gaseosa, lo mínimo indispensable,  luego de a poco la gula hace que se vaya llenando la heladera.

Mientras preparaba mi almuerzo, me prepare mi primer On the rock, suerte que Don Walkers siempre me acompaña en todos los viajes, No podía estar en el Paraíso y no brindar por ello. Merecía sentarme en un sillón, un sorbo y entrecerré los ojos, me parecía mentira estar allí, a cuantos seres queridos hubiese sentado a mi lado para que disfruten conmigo en ese momento.

En tanto disfrutaba mi almuerzo, escuchaba música muy fuerte, “marcha”, imaginé que era en la playa y que las mujeres que había visto semidesnudas las vería desnudas, luego comprobé, que era una playa que estaba poblada de gente muy joven y con ganas de divertirse, los tragos, las cervezas y el baile los acompañaban, habían tarimas donde, mujeres muy bronceadas a pleno sol, se contorsionaban muy sensualmente.

Una buena hora para salir a caminar era alrededor de las 18hs, las diosas del mar  emergían de la playa, las más remolonas esperaban que bajara un poco el sol, aprovechando que había poca gente,  revoleaban los corpiños de sus bikinis.

En otros sectores bajaban de los autos ya  preparadas para la guerra nocturna con todo su glamour, transparencias, tacos muy altos, mucho brillo y esplendor,  ellas que querían atrapar la noche con una copa en la mano.

Algunos cenan muy temprano y otros muy tarde, todo depende de la costumbre de su país de origen, la temperatura era agradable y daba gusto caminar. Mientras gatillaba y gatillaba mi cámara fotográfica.

Un poco me molestaba que solamente se hable inglés, alemán, turco o idiomas de países del oriente, casi nada español. Me ponían de mal humor.  Me sentaba en algún bar y me encaraban para el pedido en otro idioma distinto al español, había allí muchos ingleses y alemanes con su manera de hablar a los gritos, sin duda que opacaban a los otros idiomas.

Mis recorridas por las calles del Puerto, la calle de la Ribera  y la Av. De la Ribera  eran constantes, no me cansaba de hacerlo,  mientras le exigía a mi cuerpo un poco de caminata, para bajar tantas cosas ricas y tantas cañitas. Generalmente hacía este recorrido 4 veces. En todas ellas recogía experiencias distintas y todos los horarios me parecieron atractivos.

Los yates, bien agarraditos de sus amarras, son testigos de tanto glamour, el movimiento del puerto es mínimo, pero su presencia era como el blanqueo de las cuentas corrientes de su propietario, muchas veces me quedaba mirando su estructura y elucubraba qué maravilla sería poder convertirme en confidente de uno de ellos y que me contaran un poco de lo que ocurre en su interior. Bahh, cavilaciones de un Periodista, chismoso y metido………………..

Cuando salía temprano y respiraba profundamente ese aire de mar, mis pulmones se hinchaban  y agradecían esta bendición, y por la poca gente que había, hacia la caminata bien rápida, para mover todas mis neuronas.

No dejaba de sorprenderme que a poco de caminar me encontrara con 10 señoritas, muy hermosas, muy perfumadas, con transparencias, carteras y zapatos aguja de primeras marcas, que muy divertidas vivían  su mundo y me ignoraban.  Me refugiaba contra una pared para que no me atropellaran, y a su paso dejaban un tornado de aromas, trataba de guardar esa imagen, intentaba elegir a la más hermosa, tarea imposible: todas lindas,  altas, elegantes. Pensaba. Tan temprano. Estarán por filmar un comercial y quieren aprovechar esta luz del sol no tan fuerte, mientras esperaba que apareciera el grupo de técnicos. La espera, en vano. Las muy divertidas iban así vestidas y perfumadas a la Playa. Esto sí es Glamour. Vamos Banús. Todavía.
 
Al mediodía, lo hacía cerca de la Entrada al Puerto Deportivo, mientras me refugiaba en las sombras del poderoso sol, este era un lugar que me gustaba ocupar, era la entrada y salida de vehículos. Una ostentosa visión de los poderosos coches y  motos  de las mejores marcas del mundo, luego los encontraría estacionados al lado de su barco o en los mejores Restaurants. Maravilla tecnológica y de buen gusto, el sol los castigaba y los hacía brillar desafiantes.

Reflexionaba. Pensaba. Quien sabe en qué. Desde ese, mi Puesto de mando. Retenía infinidad de imágenes y sonidos y uno de ellos me llamó poderosamente la atención. Escuché una frase. Ni buena ni mala. Simplemente una frase. A mí me puso como una brújula, en tiempo y lugar, me marcaba dónde está mi Norte. Me puso ante tanta opulencia económica, nuevamente en caja ¿Quién lo dijo? Un Sr. Común.  La misma fue: ¡Me voy al Banco, quiero ver cómo esta todo! ¡A sufrir un poco! Esto, tan simple.  Me bendijo, me sentí mortal. Aquí pasa lo mismo que en mi país. Pensé. Pese a todo son como nosotros. Repensé. ¡Son Humanos!

Estaba en mis planes una recorrida por Marbella, los tiempos eran escasos, por eso opté hacerlo por mar y contemplarla desde el agua. A su vez me permitiría navegar el interior del puerto y poder ver, filmar y fotografiar tantos hermosos yates amarrados en él. El viaje es muy confortable, el Mediterráneo te ayuda,  prácticamente no se mueve y la moderna embarcación se desliza por el agua, a su vez es una alternativa económica, se puede llegar temprano a Marbella recorrerla y luego volver en el último viaje. Cosa que no pude hacer en mi afán de conocer más. Hermosa ciudad, detrás un telón de montañas y barrios de construcciones similares entre sí, la hacen muy particular, buena música y una “Caipirá” entre mis manos. El capitán hacia señales sonoras indicando su vuelta al Puerto.

El crepúsculo se hacía notar, el sol  tiñendo de un tono rojizo todo lo que iluminaba, los corazones bajan sus decibeles y están más propensos a ser invadidos por los sentimientos, los recuerdos, las añoranzas y el amor,  es el horario que eligen para reinar. Embargado por esa sensibilidad a flor de piel salí a caminar.

El Puerto deportivo estaba en su esplendor. De pronto me invadió el deseo de comerme un helado, uno de los bocados que tanto me fascinan, es algo que a toda hora me inspira deseos. Me paré frente a la vendedora, saqué mi billetera, para elegir el tamaño busqué los precios, porque siempre se me ocurre el más grande, pensando que estaba en Europa, lo tenía que dimensionar  de acuerdo al gasto. Dirigí mi vista a la lista de precios. Lentamente fui guardando la billetera y se me iba dibujando una sonrisa. La joven con cara de angustiada,  en vez de decirme ¿De qué tamaño? Me preguntó: ¿De qué se ríe? A lo que le tuve que decir. No lo tomes a mal, pero con lo que sale un cucuruchito aquí en mi país me compro la heladería.

Salí de allí con furia,  no podía saborear mi capricho dulce y trataba de justificar lo poco que vale mi dinero. Me repetía. Bueno, loco. Estás en Europa, en Puerto Banús. Caminaba y pateaba mi rabia, la cual se esfumó rápidamente, salía de la Playa una “ Bestia Pop” enfundada en su diminuta Biquini. Pensé. No todo está perdido. Seguí caminando alegremente, recorriendo las playas. Un detalle me llamó poderosamente la atención, los caminos de entrada y  salida de la Playas, estaban cubiertas de alfombra. Me pareció una excelente solución. Para evitar el calor de la arena y que esta se pegue a los pies. Maravillosa coquetería.

Ya de regreso y cubierto de sombras, la noche se anunciaba y el sol peleaba  con sus últimas luces y descubrí un bar que imitaba un barco antiguo, se servían unos tragos que en su aspecto eran alucinantes. Me dije. Esto no lo puedo perder. Encaré,  estaba lleno, solo una mesa muy grande vacía. Se me acercó una hermosa muchacha, que en español me dijo. Siéntese allí. ¿No es  muy grande para mí? ¿Quizás la quieras usar para un grupo más numerosos? Siéntese, ya veremos. Me dijo, con una sonrisa más que agradable. Me gustó. Me sentí bien atendido. Una mesa rustica muy alta y unos banquetones también muy altos con ruedas y excelente diseño. Me gustó el ambiente,  sumamente agradable ¿Qué trago tenés con helado? Me parece que ninguno. Espere, espere. Tomando la carta me señaló uno….¿Es bueno? Pregunté.  Más que bueno, es mi preferido. No hablemos mas, tráelo. Soberbio. Una decoración  impecable sobre un copón muy grande, gajos de limón, alcohol, y helado de limón, una combinación muy buena, combinación que disfruté hasta que las sombras se recibieron de noche.

De regreso, me hice una cena interesante, como para soportar los embates del alcohol, nunca se sabe que deparan las sombras. Recorrí  los mismos lugares que de día, el paisaje había cambiado, las embarcaciones, iluminadas y el mar copiaba sus imágenes como un espejo gigante. Ruidos,  muy ruidosa la noche, no por la música sino por sus habitantes, cuya costumbre es de hablar a los gritos. Grupos importantes, de 8 o 10 jóvenes, quizás más, eso sí  hombres y mujeres por separado, iban nunca supe hacia dónde. Boliches, de grande nombres pero de pequeña dimensiones albergaban en sus veredas a sus clientes, que conversaban y tomaban alocadamente. A su lado el agua.

Ya un poco cansado decidí buscar posición de avistaje en un boliche que está en una esquina, allí se juntan dos avenidas y una nube de promotoras y algunos promotores revoloteaban y atacaban a los grupos ofreciéndoles el oro y el moro para que concurrieran a su boliche. Logré una mesa en la primera fila. Infinidad de mujeres, todas lindas, bien vestidas, una mejor que otra, vestidos muy cortos, escotes muy grandes, tacos muy altos, todos ingredientes capaces de hacer detonar dinamita a distancia. ¿Qué? ¿Había una máquina de hacer mujeres lindas?¿Coches? Los mejores del mundo. Apuraba mi segundo Whisky y el paso era incesante.

Todos contentos, riéndose, encuentros con amigos, amigas, la diversión reinaba. Como en el autobús. Todos para el fondo. Era tal mi inquietud por saber a dónde iba tanta gente que yo también encaré hacia el fondo. Estaba en eso cuando un grupo muy divertido se fue por un pequeño pasillo muy angostito y allí estaba…La verdadera noche. “La calle del Infierno” me dijeron cuando pregunté. Llena, reinaba la alegría y el alcohol, la acompañaba la diversión, la recorrí de punta a punta, no vi agresión y solamente cordialidad y ganas de divertirse.

Regresaba lentamente, como defendiéndome, parecía que me llevaban de rehén, no tenía ganas de irme, todo estaba en su esplendor, sería muy difícil que olvidara estos días tan lindos que pase en este “Maravilloso Puerto Banús”, pero al otro día tenía que levantarme temprano, otro destino me esperaba, solamente deseaba que la pasara tan lindo como la pasé aquí. Hasta la vuelta. ¡Glamour!

Autor: Raúl  Solis
Mail: solsolo69@hotmail.com
Ganador:  1er. Premio” Perla del Pacifico”
Ecuador 2010
1er Premio Perú: “País de las Mil Maravillas”
Trujillo. Perú 2011
Socio Fundador de Asociación Internacional de Periodistas y Escritores Latinos de Turismo

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