Perú, de la selva tropical a los picos de nieves eternas
Perú es uno de esos países magnéticos: atrae con el surf de primera en el Pacífico, el pasmo ante los picos nevados y los glaciares de la Cordillera Blanca o las travesías por la selva tropical amazónica, los misterios de Nazca y Paracas o las casas flotantes en el Lago Titicaca, la aventura de llegar entre nubes a Machu Picchu o conocer el profundo cañón del Colca, ver lo mismo el enorme cóndor que el oso de anteojos o los lobos marinos.
Perú es destino para vivir intensamente la naturaleza y una historia aún llena de interrogantes, la aventura y una cultura de milenios que –a diferencia de otras en el mundo- sigue vital, con muchas de sus manifestaciones en estado original y accesibles mediante el turismo comunitario y proyectos de lujo rural.
Uno llega a preguntarse dónde estaba Perú hace sólo unos años, ahora que los grandes medios lo destacan entre los países a visitar, el Camino Inca es considerado entre los mejores viajes de aventura del mundo, Lima crece como destino de negocios y reuniones, y la cocina peruana es reconocida como la mejor del mundo en los World Travel Awards.
Es el destino ideal para un turista que emerge cada vez con más fuerza y recursos, que busca más experiencia y significado en el viaje, preocupado por el medio ambiente y las comunidades locales, que prioriza el lujo aderezado con el valor agregado de la cultura auténtica y la naturaleza en todo su esplendor.
Y Perú está desarrollando una notable planta hotelera de pequeños y cómodos lodge, nada invasivos, en sitios que ofrecen esos atractivos, y también de lujo y orientados a recibir al creciente flujo de hombres de negocios que llegan al país.
La costa
Sólo cuatro horas por carretera desde la histórica y moderna Lima nos trasladan en un viaje mucho más largo en el tiempo, a través de ciudades y pueblos costeros, hasta Paracas, donde se desarrolló en el 700 A.C. la misteriosa cultura de igual nombre, que momificaba a sus muertos, practicaba la cirugía craneal y producía cerámica y polícromos tejidos con motivos geométricos y naturales.
Paracas, parque nacional, ofrece sitios arqueológicos, algunas de las playas más bellas del país, acantilados con accidentes naturales como La Catedral y atracciones como el Candelabro o Tridente, un geoglifo al estilo de los de Nazca, con 120 metros de extensión . Hay lobos marinos, tortugas, delfines, cóndores, pingüinos de Humboldt, flamencos y pelícanos, un hotel de lujo ecológico (Doubletree Paracas) y opciones de kite surf, sandboard en el desierto de Ica, paseos en yate a las Islas Ballestas, visitas a las bodegas de pisco y excursiones en avioneta a Nazca.
El litoral peruano, con olas todo el año, es de los más apreciados por surfistas de todo el orbe y sede de campeonatos mundiales. Son famosas las playas de Máncora, Punta Hermosa, Punta Rocas o Cabo Blanco y, según los entendidos, Chicama, en el norte, tiene “la izquierda más larga del mundo”.
Siempre se pueden hacer combinaciones, además de adentrarse en la cocina de cada región específica. En Piura, por ejemplo, se puede visitar Chiclayo y, a 35 kilómetros, el Complejo Arqueológico Huaca Rajada, escenario de uno de los hallazgos cumbres del siglo XX, la tumba del Señor de Sipán, el enterramiento más rico de América, cuyas joyas se ven en el Museo Nacional Tumbas Reales de Sipán.
Tierra Adentro
La lista de maravillas es larga. Machu Picchu y el impresionante Camino Inca están entre las más conocidas, pero igual de excitante es conocer el Cañón del Colca -uno de los más profundos del mundo y con una larga cadena volcánica-, donde vuela el Cóndor y viven descendientes de las milenarias etnias collaguas y cabanas, que conservan antiguos ritos, tradiciones artísticas y costumbres. Aquí, como ya se va haciendo habitual en Perú, las Casitas de Colca son un reducto de paz y lujo, veinte cabañas privadas perfectamente dotadas y en total comunión con la naturaleza.
El lago Titicaca, de donde según la leyenda emergieron los primeros incas, combina la excelencia del escenario natural y la sorpresa de encontrar a los uros –una comunidad que vive en unas 60 islas flotantes-, y los habitantes de la isla de Taquile, con sus esposas-guardianas. En la zona cobra fuerza el turismo comunitario y hay opciones como el Titilaka, 18 suites en una península privada.
La Amazonia, una de las regiones más desconocidas del Perú y casi 60% de su territorio, guarda gran parte de los últimos bosques vírgenes del planeta. Allí literalmente explota la energía vital de la selva en cuanto a riqueza de vida silvestre y flora –es la tierra del jaguar, del puma y el ocelote, de los monos, guacamayos y caimanes, del tapir y el oso hormiguero- y se mantienen comunidades de expresiones culturales milenarias.
Para muchos, la mejor vía es un crucero de lujo desde Iquitos, “la perla del Amazonas”, ciudad de entrada a la selva norte de Perú, hasta la Reserva Nacional de Pacaya Samiria, el área natural protegida más grande del país, también conocida como “la selva de los espejos” por el reflejo nítido de la vegetación en las aguas.
En esta vasta región –con una red de albergues y lodges muy confortables en medio de la espesura y facilidades para excursiones en lanchas- están el Parque Nacional del Manu, Puerto Maldonado (con su aeropuerto y su encanto de ciudad de “último confín) y, al norte, Chapapoyas, capital del departamento de Amazonas, cuna de la milenaria cultura chacha, sede de enigmáticos vestigios arqueológicos como la fortaleza preinca de Kuelap, conocida como “el segundo Machu Picchu”.
Añada a todo esto la riqueza patrimonial de Cusco, Arequipa, Huánuco y Puno; Caral Supe, la ciudad más antigua de América, o Chan Chan, la majestuosa ciudadela de barro. También los positivos números económicos, la presencia creciente de cadenas internacionales hoteleras y el aumento de conectividad aérea hacia el aeropuerto de Lima, uno de los hubs en Sudamérica. Perú es muchos países en uno; mixto en culturas, paisajes y climas, moderno y muy antiguo. Y está al alcance. No por gusto está de moda.




