El Acuarelista de la Poesía Antillana
Tan solo tenía que regalar unas palabras para que la calidad fuera reconocida y dignificada. Con el paso del tiempo y sus presentaciones por Puerto Rico, México, Venezuela, Panamá, República Dominicana, Colombia, Estados Unidos, Nicaragua, España, entre otros países, se consagra otro artista cubano.
Su madre, Amelia Pullés, se oponía a que su séptimo hijo fuese declamador. Ella reservaba las carreras de Derecho o Medicina. A pesar de la negativa, el amor y el deseo por la palabra expresada se impusieron a la voluntad materna.
Nunca le agradó que le tomaran fotografías, evitaba las cámaras, se mostraba indiferente y todo por la sencilla razón de que su madre no siguiera su carrera a través de los medios de comunicación.
Después de su presentación en una fiesta en la casa del millonario Ernesto Sarrá, donde también estuvo el humorista argentino Pepé Viondi, quien reconoció el talento de este santiaguero, nacido el 26 de julio de 1923, y le dijo entre otros elogios: … usted no recita, usted pinta el poema.
A partir de ese momento Luis Mariano Carbonell Pullés, tendría como epíteto El Acuarelista de la Poesía Antillana. Universalmente se le conoció de esta manera. Otros, sencillamente lo llamaron Luis Carbonell.
Defensor de la poesía negroide, afro cubana, criolla. Los versos de Nicolás Guillén, Emilio Ballagas, José Zacarías Tallet, así como del puertorriqueño Luis Palés Matos y de otros poetas como Federico García Lorca y Alfonso Camín fueron interpretados con gran maestría.
En cada una de sus presentaciones tenía el don de desdoblarse en el montaje de las voces, la dicción era impecable, los movimientos magistrales, la voz un instrumento musical, las virtudes fueron muchas y todas engrandecían el trabajo artístico que varias generaciones de cubanos han admirado por la calidad de su arte.
Los inicios del artista se remontan a la década del 40 del pasado siglo en la emisora de su ciudad natal CMKC en un programa de aficionados. Luego se desempeñó como pianista acompañante, director artístico y cultivó el arte de la recitación, al mismo tiempo que actuaba en los teatros Oriente y Cuba.
En 1972 se presentó, de manera especial, en la Casa de las Américas, donde dio un recital de dos horas de duración llamado Luis Carbonell en tres tiempos, en el cual ejecutó al piano piezas de Lecuona, Cervantes, Bach y Rajmaninov, entre otros compositores; narró cuentos de renombrados escritores de América y Europa, y terminó con algunas de sus estampas y poemas afroantillanos.
El público cubano e internacional supo regalarle lo más importante: los aplausos. Amén de los premios que le fueron otorgados como la Réplica del Machete de Máximo Gómez, el Premio Nacional del Humor y el de Música, la Orden por la Cultura Nacional, la Distinción Raúl Gómez García, Artista Emérito de la UNEAC, Miembro de Honor de la Casa del Caribe, entre otros reconocimientos a quien el poeta Jesús Cos Causse considerara un rey sin más trono que la palabra.
Luis Carbonell, el Acuarelista de la Poesía Antillana, fue un pilar de alegría, sentimiento, picardía e identidad nacional. Fue un verdadero maestro en el arte de declamar. Fue único, irrepetible.




