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Brasil continúa atrapado en los problemas del transporte aéreo

27 de Marzo de 2007 11:59am
godking

Brasil. Nuevos atrasos de vuelos, fallas en radares, al menos un aterrizaje forzoso y una falsa alarma de bomba han alimentado el nerviosismo de miles de pasajeros en este país durante las últimas semanas. La actual crisis del sector comenzó el fatídico 29 de septiembre, cuando un Boeing de la aerolínea brasileña Gol se precipitó a tierra sobre la selva amazónica, después de chocar a 32.000 pies de altura con un jet ejecutivo que iba rumbo a Estados Unidos. El peor accidente de la historia de la aviación brasileña mató 154 personas, e inicio una saga de suspenso.

La pasada semana una falsa alarma de bomba en un avión presto a despegar rumbo a la ciudad amazónica de Belem paralizó el aeropuerto de la capital federal, Brasilia. Todo fue obra de un "desequilibrado" que gritó abordo que llevaba bombas amarradas al cuerpo y no pasó de un susto, según las autoridades.

Posteriormente, 80 pasajeros de un Fokker 100 de la aerolínea TAM, la más importante del país, vivieron horas de pánico en Campo Grande, capital del estado de Mato Grosso do Sul.

El avión había despegado con destino a la ciudad de Sao Paulo, pero después de volar 10 minutos tuvo problemas y debió regresar a su punto de origen en un aterrizaje forzoso. En la maniobra tuvo fallas en el sistema hidráulico y los neumáticos estallaron, reconoció TAM en un comunicado. Los pasajeros, ilesos, fueron evacuados de emergencia en medio del humo provocado por los neumáticos.

Un día después, un avión que transportaba a tres funcionarios del gobierno del estado de Sao Paulo chocó contra un buitre y sufrió averías durante el aterrizaje en la ciudad paulista de Sao José de Río Preto, 440 kilómetros al norte de la capital del estado.

La semana pasada en el estado de Bahía una avioneta fletada por una empresa de transporte de valores se precipitó a tierra por causas no determinadas, matando a sus cuatro ocupantes. Tras el accidente el avión fue saqueado y desapareció el equivalente a 2,5 millones de dólares.

El aeropuerto Congonhas de Sao Paulo, el de mayor tráfico nacional, debe ser cerrado cada vez que las lluvias fuertes inundan su pista principal, como ocurrió en días pasados. Ese mismo día fue paralizado durante otra media hora porque un perro entró a la pista de aterrizaje.

Solamente la lluvia y el perro provocaron el atraso de un tercio del millar de vuelos programados para ese día en el país, y un efecto dominó que se multiplicó en días siguientes.

Sin contar con estos episodios aislados, en los últimos meses volar en Brasil se ha convertido en una aventura sin agenda clara debido a los frecuentes retrasos de vuelos.

El precario estado de los sistemas brasileños de navegación se hizo evidente poco después de la tragedia del vuelo de Gol, cuando los responsables de las torres de control de Brasilia fueron separados el cargo por investigaciones.

Sus colegas suelen llevar a cabo una que otra "operación tortuga" que consiste en ampliar el tiempo mínimo entre los despegues y aterrizajes de los aviones.

En fines de semana largos, fin de año y carnaval esta norma ha provocado un efecto cascada en los otros importantes aeropuertos del país, acumulando vuelos y filas de centenares de pasajeros irritados.

Los técnicos también han denunciado la existencia de "agujeros negros" en importantes rutas de navegación aérea del norte del país, justamente donde cayó el avión el 29 de septiembre.

También han ocurrido varias caídas en los sistemas electrónicos de radares y administración de tráfico aéreo llamados "Cindacta", especialmente en el de Brasilia.

En esos episodios, el más reciente ocurrido el fin de semana pasado, diversos aviones han quedado completamente fuera de los radares de los controladores.

El ministro de Defensa Waldir Pires, blanco de críticas, dijo a periodistas que la autoridades están analizando todas las explicaciones posibles, incluyendo la del sabotaje. El brigadier José Carlos Pereira, presidente de Infraero, la empresa estatal que administra los aeropuertos, admitió que el fin de semana el problema se debió a fallas humanas.

Pero trató de enviar un mensaje de calma y afirmó que las personas no deben preocuparse, puesto que habría seguridad en el tráfico aéreo de Brasil.

"Lo que está volando, está volando con seguridad", afirmó.

El ministro de turismo, Walfrido Mares Guia, atribuyó los retrasos a la "Ley de Murphy".

"Si una cosa puede dar un resultado equivocado, ciertamente lo dará, de la peor manera y en el peor momento", dijo.

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