444 escalones hacia el asombro

07 de Mayo de 2019 11:28pm
Guayaquil

Por Camilo Eiranova

Quien viaje hasta Guayaquil, la ciudad más poblada y grande de Ecuador, que no ose pensar que será por una única vez. El amor que ella despierta, una vez conocida, es para siempre.

Tuvo que pasar mucho tiempo para que cambiara de una vez y por todas la percepción que existía de Guayaquil, la ciudad más poblada y grande de Ecuador, pensada, por lo general, como el punto de partida hacia las bellas Galápagos, dado su magnífico puerto, considerado el de mayor importancia del país.

Pero llegó el año 1992, en que las autoridades y sus habitantes decidieron mostrarle al mundo una cara completamente diferente, al empeñarse en renovar esta urbe surcada por ríos como Babahoyo, Daule y Guayas (nada mejor como admirarlos desde el puerto turístico Santa Ana) y otorgarle no solo un toque de modernidad, sino también hacerla más limpia y atractiva explotando al máximo los diferentes estilos arquitectónicos que embellecen su centro, sus paseos y parques (fantástico el denominado Seminario, siempre superpoblado de iguanas), edificios residenciales, restaurantes especializados, animados bares, sus malecones, los barrios al estilo de Las Peñas (este en particular marcado por calles adoquinadas escoltadas por hermosas casonas de pequeñísimos balcones), sus teatros y centros comerciales...

Cierto que no hay necesidad de cubrir los 444 escalones que permiten alcanzar el Cerro Santa Ana, para desde allí distinguir a uno de los iconos de Guayaquil: la llamativa edificación nombrada The Point, pues gracias a sus 36 pisos, se puede descubrir con facilidad desde cualquier punto de la ciudad (asombra la vista que regala en las noches cuando más de 10 000 luces LED la iluminan). Sin embargo, desde esa altura la vista panorámica que le brinda la ciudad al visitante enamora sin remedio.

Ojalá que no viajes hasta Guayaquil con los días contados, sino que vayas con tiempo para que se te revele de a poco. Mas si fuera inevitable abandonar la urbe, no lo hagas antes de ver las figuras que dibuja en el aire la Fuente Monumental de Aguas danzantes, provocada por la música y las luces. Asimismo deberás llevarte impregnados en tus pupilas los colores intensos que componen los 126 vitrales de la Catedral Metropolitana o vivir la experiencia no solo de recorrer la zona moderna de Guayaquil, sino además parte de los 2,5 km que traza alrededor del río Guayas el Malecón Simón Bolívar, el cual te acercará a sitios emblemáticos como el Palacio de Cristal y el Hemiciclo de La Rotonda.
Para ese entonces, de seguro los manjares ecuatorianos ya te habrán conquistado, porque no hay quien se resista al mejor ceviche de camarones que se pueda degustar, a ese plátano maduro envuelto con tocino nombrado madurillo, que enloquece; a la costilla con puré de canguil...

Lo advierto: quien viaje hasta Guayaquil, que no ose pensar que será por una única vez. Lo digo por experiencia: el amor que despierta esta ciudad es para siempre.

Este articulo fue publicado por la revista Excelencias Turísticas.

 

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