Malecón santiaguero: un sueño hecho realidad
Santiago de Cuba es la ciudad más caribeña de Cuba, y en algunos días del inicio de cada verano, con la Fiesta del Fuego, se convierte en la Capital del Caribe.
Una antigua villa colonial estrechamente vinculada al mar, aunque el relieve abrupto de la Sierra Maestra la priva de extensas playas con finas arenas, pero la dota de una excepcional bahía en cuyas márgenes nace la urbe que asciende en terrazas sucesivas hasta Plaza de Marte y aún más allá, en los barrios enclavados en las montañosas faldas de la histórica serranía.
Hubo una época, cuando el viejo Pipocho me llevaba de la mano en aquellos memorables paseos por la Alameda, para corretear, montar patines y luego bicicleta.
Entonces descansaba mirando el movimiento de los barcos en el Puerto, y él me contaba del Club Náutico, donde una vez a la llegada del Generalísimo Máximo Gómez, el muelle cedió por el peso de quienes venían a recibirle deseosos de estrechar su mano.
Y aunque todo se redujo al remojón asustado quedó la anécdota, que a mi viejo le gustaba recordar mirando a lo que por entonces era ya casi una ruina sobre las aguas.
Y también me decía que como toda ciudad costera, Santiago siempre tuvo un malecón, si entendemos como tal el muro que corre junto a la costa en las zonas portuarias.
Yo, que ya había visto imágenes del malecón habanero, y hasta lo había pisado en una efímera visita, me preguntaba de qué hablaba mi padre, si no estaría soñando.
Pero ahora, a medio milenio de su fundación, Santiago de Cuba ve renacer su Paseo Marítimo.
El Malecón –que sí hay- está entre parques y el Club Náutico se recupera, como parte del cambio de imagen que ha hecho de esta ciudad una urbe que rescata su estética tradicional, cubana y caribeña, que encierra esa riquísima historia que es su mayor valor.




