André Niederhauser, propietario de Cuna de Vida

29 de Enero de 2010 7:24pm
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El barco Sea Voyager, de Cuna de Vida, ofrece cruceros por el archipiélago panameño de Las Perlas, donde, entre otras atracciones, hay playas desiertas y se puede observar a las ballenas jorobadas. De 33 camarotes, con servicio personalizado y Spa incluido, es parte de un proyecto que tiene como centro la ecología, la sostenibilidad y la colaboración con las comunidades locales. Niederhauser, con una intensa trayectoria en la hotelería de lujo, comentó sus experiencias y planes a Caribbean News Digital.

¿Cómo llegó al turismo y a Panamá?

-Empecé en la hotelería al nacer, en un pequeño hotel en Suiza. Y no había nada de gloria: ser allí el hijo del dueño del hotel significaba trabajar toda la mañana y la tarde. Estaba en la parte italiana de Suiza, en Locarno. Me levantaba a las 6 AM, antes de ir a la escuela. Hacíamos como 250 cafés. Era una máquina de café con cuatro cilindros. Lo manejaba todo antes de irme a la escuela. Incluso recuerdo que tenía 5 años y ya trabajaba: limpiando la cocina, y poco después haciendo ensaladitas, postres, haciendo el expreso afuera, manejando el bar…

El 90% de mi carrera lo he pasado en Estados Unidos y el Caribe, donde estuve 23 años. Me gusta mucho el turismo de lujo, porque es un segmento más refinado, donde me siento mejor profesionalmente.

Más o menos en 1996 comencé a pensar cuál sería la próxima ola de turismo de lujo, y me convencí de que estaría relacionada con la naturaleza. Empecé a buscar un lugar: en el Caribe hay muchos sitios de playa, pero pocos lugares donde exista una combinación de montañas, fresco, ríos… naturaleza intacta. Y buscando llegué a Panamá. Me interesó que Ciudad de Panamá, una ciudad muy desarrollada, con una fuerte infraestructura, tuviera a sólo 50 kilómetros lugares como el archipiélago de las Perlas, con una naturaleza increíble. Y comencé a trabajar en eso. Estaba en las islas Turks y Caicos, al sur de Bahamas, trabajando en un hotel-condo, que es mi especialidad: construir hoteles, venderlos y luego manejarlos.

No siempre los construí. Recuerdo que el primer hotel que tomé en Turks y Caicos era Point Grace, un establecimiento de lujo de 5 estrellas. Había abierto y no tenía el toque de cinco estrellas, estaba un poco a la deriva. Me contrataron, estuve dos años manejándolo y ganamos varios premios. Después fui a otro hotel pequeño en Turks y Caicos, que tenía también problemas con los servicios, y había sido construido seis años atrás. En ese momento estaban construyendo otra fase. Entonces, mientras manejaba el hotel, compré parte de la compañía y me embarqué en la construcción de la otra fase. Duplicamos la capacidad de establecimiento. Luego lo vendí para venir a Panamá.

¿Cuántos hoteles ha construido?

-Completamente, ninguno. Siempre intervine en hoteles que necesitan remodelación o, por ejemplo, que han sido afectados por huracanes (tres de los hoteles que he remodelado han sido destruidos por huracanes). Hasta la fecha son seis los que hemos reconstruido y expandido.

Ahora comencé un proyecto macro en Isla del Rey, en el Golfo de Panamá. Tenemos permiso de construcción para un aeropuerto internacional y un hotel de 40 habitaciones, pero por el momento es un proyecto muy caro, no tiene flujo de compra ni de préstamos. Estaba pensando qué podía hacer para mantener la vista y la atención en el archipiélago, porque es un lugar increíble pero nadie lo conoce, y para eso conseguí el crucero. Pensé: el archipiélago necesita un hotel flotante, y le enseñamos a los pasajeros un Panamá que nadie conoce. Tiene sus ventajas: si soplan vientos del norte, nos vamos al sur. En un hotel eso no se puede hacer, pero en un barco de cruceros sí. Y es un barco de 31 habitaciones. A mí me gusta hacer las cosas a escala pequeña, no me gusta el turismo de masas.

También hemos tomado un contrato de manejo en otra isla, Saboga, que vamos a empezar este año. Así que tenemos Saboga, el crucero moviéndose entre las islas y el proyecto de Isla del Rey. Tres proyectos en todas las islas. Porque creo mucho en las Perlas. Es un proyecto sostenible, porque pienso que si no cuidamos la naturaleza y no hacemos bien las cosas, todo acabará muy rápido. La naturaleza es muy grande y bella, pero muy frágil. Se trata de no hacer hoteles de 200 habitaciones, sino de impacto bajo, cuidando el entorno…

En octubre de 2009, en un artículo de prensa, hablaron de la “desconocida naviera Cuna de Vida”, pero Cuna de Vida no es sólo una naviera…

-Cuna de Vida es una compañía nacida para ofrecer servicios con un concepto de muy alta calidad. No me gusta hablar de cinco estrellas. Es una compañía que toma en cuenta la satisfacción de los cinco sentidos, en todas las acciones relacionadas con el viajero, quien es el dueño, pues compra un servicio. Esa es la idea de Cuna de Vida: cuidamos la vida. Es un servicio muy personalizado, concebido según la percepción de que cada persona es distinta.

Para razones comerciales y de sobrevivencia del proyecto para el futuro, vamos a vender acciones, membresías, hasta 50% del hotel, y le vamos a proveer un bote, acceso desde el aeropuerto, con jet… Es una combinación de servicios hoteleros y bienes raíces.

¿Puede explicar mejor la membresía?

-Por ejemplo, usted se puede comprar un décimo de una villa, le cuesta 400.000 dólares, y tiene el derecho de utilizarla 30 días al año, y puede comprar también la membresía en el bote, en el avión. Cuando uno necesita llegar desde Miami, llega directo con su jet privado, como parte de su membresía.

Todo está conectado por el proyecto madre que va a ser en Isla del Rey, con resort y aeropuerto. Ahora estamos abriendo las puertas al archipiélago con el barco de cruceros. Este año emprenderemos el manejo de hotelería en Saboga, y para 2011 o 2012 nos concentraremos en construir el hotel en Isla del Rey. Después seguirán el yate y el jet.
Antes de cruzar las aguas del Caribe y el Pacífico, el barco de crucero estuvo en la Antártida.

¿Fue costoso acondicionarlo?

-No mucho. Yo he hecho conversiones, pero no para tropicalizarlo, pues en los últimos años ha estado navegando en rutas de México a Costa Rica pasando por el Canal de Panamá. Su vida anterior fue en la Antártida, pero yo no tuve que tropicalizarlo. Todos los años se hacen modificaciones, renovaciones para adaptarlo al servicio y para que la gente se sienta mejor, sólo eso. Es un barco construido en 1982, en Estados Unidos.

¿Cuáles son los atractivos del recorrido?

-La flexibilidad que permite el bote. En el recorrido por el archipiélago tenemos mucha naturaleza: playas, zonas verdes, ballenas… Pero pienso que lo más importante es que son muy pocos pasajeros, lo que permite mucha flexibilidad en los servicios, en la ruta y en la experiencia que se vive. Los servicios son de alta calidad y muy personalizados.

¿Qué servicios hacen que su oferta sea exclusiva?

-Bueno, por ejemplo, cuando los clientes suben al bote les damos un distress masagge de media hora. Y les hacemos un análisis y diagnóstico del cuerpo. Cada persona es distinta, y tenemos un sistema muy sencillo para definir y mostrar a la gente qué necesita su cuerpo, qué le permite, qué puede hacer para sentirse mejor. Tenemos varias giras, lo hacemos con calma, atendemos los deseos de cada pasajero, su tiempo, estamos siempre cerca de la playa: si se quiere quedar en una playa se le deja y luego el crucero regresa. El 90% de la comida es a la carta y preparada al momento, y ofrecemos además buffet cuando se tratan de barbecues, por ejemplo en una playa.

Pudiera decirse que es también una oferta de turismo de salud.

-Sin duda. Primero, queremos que la gente se sienta verdaderamente relajada, luego del estrés de la vida cotidiana y el viaje. Y comenzamos con ese análisis del cuerpo, para luego emprender el viaje. Se basa en los principios del Ayurveda, un antiguo sistema hindú de medicina tradicional. Se cura desde adentro hacia afuera, no como en la tradición occidental que se cura de afuera hacia adentro. Es una filosofía que une mente, cuerpo y ambiente; cómo se come, cómo se vive… Además de tener fisioterapeuta, aplicamos esa filosofía en todo lo que hacemos en el recorrido. Tenemos caminatas, giras con botes…

Nuestro cliente típico es de la tercera edad o familias. En caso de cualquier emergencia, siempre tenemos un avión listo. Estamos en medio de la naturaleza, pero cerca de Ciudad de Panamá y muy comunicados: hay siete pistas en las islas.

¿Cómo se ha comportado la ocupación en estos tiempos de crisis en el turismo?

-Yo sabía que iba a ser un producto muy difícil, tenemos tres desafíos: las condiciones económicas muy duras; el hecho de que Panamá no es un destino altamente conocido, y además que las Perlas no es conocido en absoluto. Va a ser lento, pero vamos a sobrevivir y tener éxito.

Existe la percepción de que los servicios no son de buena calidad en Panamá… ¿Cómo han afrontado esto?

-Tenemos personal costarricense y panameño. En el barco, toda la tripulación es de origen panameño, el capitán, el primer oficial, todos… Y puedo decir que son diligentes, muy buenos en lo que hacen. Y les gusta brindar servicios a los clientes. Es como una combinación de la disciplina marinera y la hospitalidad del turismo. En cuanto a las impresiones que existen respecto al servicio en tierra, a nivel de país, quizá pueda decirse que influye la ley laboral, muy antigua, y que se necesita entrenamiento y la disciplina que empieza por la ley laboral.

Pero hay mucho potencial. En el barco funcionamos como un equipo, porque la propia realidad y la dinámica del barco lo exigen, una mentalidad muy diferente a la que a veces se produce en tierra. En tierra voy a esforzarme mucho en el trabajo con mi personal para que sean como los que trabajan en el barco. Yo trabajo con la gente: les pido cosas que yo puedo hacer y que puedo enseñarles a hacer, porque tengo la experiencia.

Háblenos de la Cámara de Turismo Sostenible que han fundado en Las Perlas.

-Hay muchos proyectos en desarrollo, y queremos que todo avance sin afectar los ecosistemas. Está nuestro proyecto en Isla del Rey, pero hay otros en las islas. Había uno en la isla de Viveros que tenía un impacto negativo y hemos trabajado con ellos y han ido cambiando. Hay otros en la isla de San José, en Saboga, y en la isla de Pedro González. Por ahora, los afiliados representamos el 95% de las inversiones en el archipiélago, y hemos firmado un acuerdo para el uso de energías renovables, el manejo de aguas negras y otros temas. Y trabajamos juntos también en el área de mercadeo.

¿Qué reglas, qué principios ha seguido para crecer como empresa y a la vez cuidar la naturaleza?

-Uno debe comprender que las prioridades son el cliente y lo que llamamos footprint: el efecto que tiene nuestra gestión en el entorno. Cuando un movimiento afecta al ambiente, no lo hacemos. Hemos actuado en cuanto a motores del barco, a derrames, eficiencia del bote y consumo energético. Tenemos un sistema de hornos ecológico y eficiente. Y esa filosofía de impacto en el medio ambiente la pasamos a los clientes.

También compramos productos a la población local. Les compramos pescado, los asesoramos y ayudamos en la manipulación de la basura: que mantengan la playa limpia, que separen la parte orgánica y la hagan compost mientras nosotros llevamos la otra parte a los sitios adecuados en Panamá. Estamos participando con ellos para mejorar al archipiélago en lo social, lo económico y lo ecológico. Y eso gusta a los clientes: saber que al pagar un servicio están contribuyendo, participando en ese proyecto social.

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