Ibiza mantiene su embrujo

01 de Noviembre de 2012 7:31pm
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Ibiza mantiene su embrujo

Volábamos  en un cielo claro, azul arriba y azul abajo, el mar acompañaba mi llegada a la preciada isla. La esquiva Ibiza. La contemplaba desde arriba, después de tantos años de espera se iba a cumplir un nuevo sueño. Visitar esta bendita isla. Ya ni recuerdo cuando comenzó mi pasión por este lugar, mi objetivo era estar allí,  se me hacía inalcanzable.  El vuelo desde Barcelona fue tan rápido, que casi no me dio tiempo a recordar porque disfrutaba tanto de este momento.

El carreteo nos conmueve, los preparativos para bajar,  sus pasajeros  marcan la tendencia, este es un lugar con movida nocturna y de playeros empedernidos, equipajes livianos  y ropas más  ligeras todavía, alguna diosa  nos alegraba la mañana, un coqueto aeropuerto nos daba la bienvenida. Mi ánimo siempre de primera.

España nuevamente me deparaba el placer de visitarla.  Allí fuimos, hacia el puerto, mientras yo bombardeaba al chofer del taxi con preguntas, mi estancia allí era de unos cuantos días, me preocupaba como iba ocuparlos, siempre me parecen muchos y cuando empiezo a disfrutarlo quiero tener más tiempo para hacerlo. Ya estaba en el lobby del Hotel y como siempre reclamando una buena ubicación. Presenté curriculum,  fotos, datos de la familia, premios ganados,  credenciales y la máxima simpatía. Me rindió sus frutos. Rescaté un pequeño balconcito y la vista a la Pileta. Nada despreciable. Primer objetivo cumplido.

Repaso general de la habitación,  acomodar un poco las valija, ponerse ropa cómoda,  ya era casi mediodía, buena gorra, cámara de fotos, euros, benditos euros y a la carga. ¿Dónde está el centro? Fue la pregunta obligada.  Este es Sr. me dijo la conserje.  No,  me refiero al centro, no sabía cómo explicarle,  es  que a mí no me parecía el centro,   me refiero a calles peatonales, muchos negocios. Si Sr. es este.  Los negocios están todos diseminados. Me informo ¿Pero aquí está el Puerto? Volví insistir. Si así es. No me pareció lógico, contesté por lo bajo ¿El centro en el Puerto? Dije más bajo todavía. Pero Ibiza es así y así debe ser.

Cuando le pregunté: ¿Dónde está la Playa? ¿A cuál quiere ir?  A la  más cerca. Está aquí, mientras  le hacia un circulo  al mapa que nos separaba. Pero, es bastante lejos. Le dije. No crea serán dos kilómetros. Me respondió. En qué puedo ir. En taxi, ómnibus o caminando. Casi todos lo hacen  así. Mirándome como desafiándome.

Recorrí apresurado los 100 metros que me separaban del puerto y el mar. Cuando llegué, uno de esos enormes Ferris estaba operando, me asombró con qué facilidad su capitán lo sacó de allí. Cuando lo vi  parado, tan ajustado,  con Proa y Popa pegado a otro me parecía imposible salir. La maniobra fue rapidísima, salida lateral, pequeño giro, puso primera como si fuera un automóvil y proa al mar.

Cabeza dura, como siempre, acomodé todas mis cosas y tiré de la visera de mi gorra. Un paso, dos, tres y ya estaba caminando entre otros turistas  que también se sintieron tocados en su moral. Mi rumbo, la playa.  Me repetía las palabras de la conserje, casi todos lo hacen así y  le agregaba.  Por qué no,  yo también.

Tiraba algunas fotos, reconocía la figura de  algunos edificios publicitados en tantos portales de la Isla que cuando me quise acordar estaba frente al mar, Ibiza me recibía con todo su encanto, Pensaba encontrarme con todas las mujeres del mundo, desafiantes,  cada una queriendo mostrar su cuerpo, bajo la atenta mirada de los hombres, revoleo de corpiños y muchos pechitos al aire. Bienvenidos sean.

Mi asombro no tuvo limites,  una de ellas muy bien dotada y su  cuerpo de color cobre sostenía  una diminuta biquini, si de esas,  las entradoras en su parte baja y más arriba nada, su sostén como vincha, no solo exponía sus maravillas,  sino que lo hacía jugando al vóley,  la canchita en la playa, en la arena,  un combinado de hombres y mujeres. Miré de costado haciéndome el disimulado y un poco avergonzado.  Volví  a mirar, no lo soporte y  seguí caminando. Era muy fuerte. De repente me dije: ¡Yo debo estar loco!  Giré sobre mis pasos. A qué hemos venido. Esto es Ibiza me repetí. Busqué un lugar con muy buena visión. Que van a pensar los muchachos del Gimnasio.  No me puedo perder semejante partido de vóley playero, mi deber como periodista es recabar toda la información  y escribir sobre el mismo.

Estaba más entretenido con los falsos piques que con la trayectoria del balón, los muchachos que jugaban, muy mal intencionados, le tiraban todas las pelotas a ella,  en un momento pasó a mi lado otra diosa, una de las jugadoras, como una ráfaga, ¿a dónde va tan apurada? Me pregunté,  me extraño que la pelota estaba en juego en la red,  ella corría en sentido inverso, de pronto sin esconderse mucho, se detuvo,  yo la veía perfectamente desde mi platea preferencial ,  apenas cubierta por unos matorrales, sin esconderse mucho y semi erguida, corrió su biquini hacia un costado e  hizo “Pis”. Me paré y arranqué, dije esto es mucho para mí. Hablaba solo,  balbuceaba ¿Si esto no es Ibiza, Ibiza dónde está?

La caminata fue muy variada y muchos personajes me llamaron la atención, los chiringuitos en la Playa de a poco se iban llenado y las paellas empezaron a poblar las mesas, de pronto encontré en uno de ellos un cartel que anunciaba ¡Cordero Ibérico! Me dije. ¿Qué mejor lugar que este para probarlo? Seguí caminando y tarareaba. ¡Cordero de dios que quita los pecados del mundo! la caminata se me hizo larga pero entretenida, llegué al final  y emprendí la vuelta, el aire del mar y el gasto de energía me abrieron el apetito. Pese a mi cansancio apretaba el paso,  la hambruna y el cordero se apoderaron de mí.  Motivos suficientes para llegar rápidamente al Restaurant, hecho que voy a agradecer siempre a mi gusto por el cordero, porque participé de un evento inesperado, pero uno de los que más me hizo sonreír en España…

¿En qué le puedo servir? Dijo la cuarentona y un poco más.  Acompañada de una sonrisa de querer sumar comensales, mientras hacia el clásico gesto de restregarse las manos en  un pequeño y coqueto delantal, se notaba que quería ser amable, pero,  estaba agobiada por su tarea, su cuerpo alto, delgado,  fibroso estaba tenso y su pié derecho algo adelantado como para salir apurada. ¿Cómo sirven el cordero? Rápidamente me pasó la receta.  Son postas de cordero que se hacen a la plancha. En realidad la propuesta no alcanzaba a cubrir ni el mínimo de mis expectativas. Semejante título nobiliario con nombre y apellido ilustre. El Hidalgo “Cordero Ibérico”. Me lo imaginé al horno con su piel dorada y patatas, a la cacerola,  a la parrilla. Por su sencillez  se podría haber llamado, simplemente “Cordero a la plancha”. Pero mi apetito y mis ganas de comer justamente ese animalito, ese mediodía, con el  sol  Ibiza en lo más alto,  logró todo. Si. Fue mi rápida respuesta. Quiero  sus partes más carnosas, manitos patitas, con patatas, blanquitas y abundantes, una ensalada mixta, tomate cebolla y lechuga, preparado con aceite común y limón. Sin vinagre, aclaré. Aceite común no usamos. Dichosos, pensé. Bueno, oliva. Busqué un lugarcito a la sombra, desde dónde pudiese dominar todo el movimiento y mirar el mar. Me senté cómodo y comencé a saborear la primer cañita, como siempre reparadora y helada.

 Muy cerca mío se desarrollaba todo el movimiento del  restaurant.  A la mesa cuatro una paella, pero de verduras, el arroz bien al dente,  hácela bien que no quedaron conformes con la tapas que le mandaste de entrada. Alcánzame  el destapador. ¿Dónde está Mami? Un pequeño de 8 a 10 años, hacía de ayudante, ella a su vez salía disparada con el vuelto de una factura y ya volvía nuevamente, siempre  apurada y con un nuevo pedido. Estaba  yo entretenido. Mirando a aquella mujer, con más actitud de torero que de moza, esquivaba mesas y se movía descalza en la arena entre las sombrillas. Sr. Lo suyo va demorar un poquito. No tengo apuro, tómese su tiempo. Le dije. En realidad, la estaba pasando muy bien,  mirando y escuchando ese barullo.

 Desde adentro el cocinero gritaba con excelentes pulmones. La paella de la cuatro esta punto. Conocí su voz lo escuché gritar y relatar lo que cocinaba,  de vez en cuando canturreaba algo indescifrable, pero no tuve el gusto de conocer su cara.

De pronto  apareció el personaje del día y la noche también. Una Sra. Mayor, entre 70 y 80 años, fue mi calculo, rellena, su clásico rodete, su amplio delantal,  no para hacer  pinta, sino para usarlo, robusta, sus chancletas las arrastraba lentamente por el piso al caminar, pero siempre diligente se movía sin parar, su voz fuerte, pesada y con acento español, parecía una de mis Tías, la clásica española ama de casa, de familia numerosa, la que nos atendía y les daba los gustos a todos.  Me daba ganas de pararme y darle un abrazo y un beso, yo la disfrutaba a pleno, rapidísima con los números y el manejo de la caja. Dirigía a todos y recordaba los platos pendientes. Prepárale una paella para 6 personas, pero no le pongas el arroz  hasta que yo te avise. No se le escapaba nada, estaba en todos los detalles. Ese fue el error, esa fue la mecha que hizo detonar el polvorín.

Presten atención a lo que les cuento: Resulta que el mozo que atendía  las mesas de la playa se había ido y no se sabe a dónde. Ella había preguntado a la moza en varias oportunidades por Juan, yo no sabía quién era,  pero el candidato se ausentó y la puso de mal humor,  a mi española preferida. Le dijo a la moza: Llévale la cuenta a la 10 que hace rato que no piden nada. Esta era una mesa que atendía Juan. La moza mirando para la playa le dijo: los de la 10 se fueron hace rato…. ¡Explotó! Si, si y que ruido hizo la explosión.  Se terminó la tranquilidad, pero cómo se pueden ir sin pagar. ¿Dónde está Juan? Pero.  ¿Cómo no te fijaste tú? Los gritos subían de tono y aquella simple ama  de casa que manejaba un Restaurant, la adorable tía se había convertido en una fiera. Y el cocinero gritaba retiren esta paella que se enfría.  La Tía volvió a insistir ¿dónde se metió Juan?  En ese momento me di cuenta que Juan era el mozo  encargado de la mesa 10,  había abandonado su puesto de trabajo. La tía volvió a acusar ¿Por qué no los vigilaste?  Perdiendo toda postura, la cuarentona le contestó: No tengo porque controlar el trabajo de otro, vigile Ud. que no se le escape Juan. A todo esto insistió el Cocinero, con un grito que se escuchó en el África. La Paellaaa, se enfriaaa. Y la blasfemia, la ira descargada salió de aquella dulce boca de mi tía. Ya vaaa, Ya vaaa. ¡Me cago en Dios!  Me atraganté y largué la carcajada. Veía  y escuchaba a mi padre, cuando se golpeaba con el martillo o una rama le raspaba en su cuidada pelada…. Solo. Tranquilo. Volvía sobre mis pasos con una sonrisa y la panza llena y sospechaba todavía. Con  seguridad, esa  era mi Tía.-

La noche de Ibiza

 Apenas puse un pié en la isla empecé con mis averiguaciones para dar una recorrida por  la noche, siempre fue uno de los iconos de este lugar, generador de muchas leyendas,  no debía perdérmelo, quizás no tanto por mí,  sino una obligación hacia mis  queridos lectores, seguramente que en esta no les voy a fallar. El chofer del taxi me dijo sonriendo. Vaya tranquilo, si paga la entrada en la isla nadie le pone un pero. Por supuesto, la pregunta  fue  por mis años, un poco pasado de añejo, quizás  no me  permitirían la entrada al boliche.

 El elegido, por supuesto, uno de los clásicos “Pacha”,  ¿a qué hora puedo ir? Desde las 11 de la noche y hasta la madrugada, vía libre. Allí estuve,  11 hs. en punto, me acerqué a la entrada y me marcaron en la computadora, 60 euros, buena plata, justificada quizás. Estaba entrando a un “Templo”,  quería estar temprano para conocer  el paraíso nocturno y poder recorrerlo antes de que se llenara, si no fui el primero, poco faltó, todavía muchos de sus empleados corrían con distintos elementos completando los últimos detalles,  lo caminé, lo escuché, lo fotografíe y lentamente se fue poblando. De todo un poco, grupos de turistas con variadas ropas, con distintos calzados, ellas con tacos muy altos, oscuros,  brillantes y hasta descalzas. Habitúes que se encontraban, la música crecía y su golpe característico de la música electrónica, golpeaba cada vez más fuerte.  Los extraños sonidos empezaban a ser aprobados con gritos y susurros, la terraza, la cabina del disc jockey, la cabina del iluminador, éramos muchos los que de distintos ángulos solo queríamos mirar y conocer la noche de Ibiza. De a poco me fueron arrinconando, saltaba con ellos y festejaba o aceptaba el encierro, de a poco me fui acercando a la salida, este ya no era mi lugar y dentro de unas horas me esperaba una amplia recorrida.

….Caminaba, cobijado por las sombras. Caminaba y  pensaba,  en tantas noches de desvelos y planes. Me daba la sensación de volver abrazado de mis amigos,  el sueño lo estaba cumpliendo, dos Whiskies on the rock, caros y escasos, el fresco nocturno me daba en la cara. Me retumbaba en mi cerebro. ¡Que toda la vida es sueño y los sueños, sueños son! Tal como lo decía Pedro Calderón de la Barca. En mi caso, uno nuevo se  había cumplido. La Noche de Ibiza.-

La Catedral

Me habían recomendado en la Dirección de Turismo, visitar la Catedral  de la Virgen de la Nieves. ¿Cuál es? La que se ve allí en lo alto de Ibiza, es muy bonita. Me informó la atenta señorita, mientras me miraba con unos ojos hermosos.  Dudando le pregunté ¿No es un fuerte o un Castillo? Para nada me dijo,  es la Catedral.  No deje de visitarla, insistió,  casi imperativamente. Desconté 5  euros a mis arcas y me fui en taxi. Al volante, una mujer muy atenta. Lo voy a dejar por detrás, de la vista de la ciudad. Por el frente las callecitas son muy angostas y es un poco complicado hacerlo. Ud. Cruza por un pasadizo  que sale al otro lado y así  va tener la vista desde dos ángulos distintos. Sin esperar respuesta,  lo hizo.

 Estaba arriba y empecé  a sacar fotos,  tenía razón esa vista era hermosa. Me rodeaban muros con grandes piedras, me sentía amurallado y me encaminé hacia el famoso túnel. Parece una construcción nueva, iluminado sutilmente,  lo que le da un cierto misterio.  Me llamó la atención su limpieza y falta olores que delataran su uso como baño,  en muchos lugares suele ocurrir. Al salir del otro lado, superé unos   pequeños vericuetos  y desemboqué  en una pequeña plazoleta,  me dirigí entusiasmado hacia el portón de la Catedral, me habían insistido tanto,  que tenia curiosidad por conocerla.

Me llevé su gran portón por delante.¡ Cerrada!!!!!. Un horario. Pensé. Con el tema de la crisis en España, tiene restricciones de presupuesto y las iglesias no atienden a toda hora. Escuchaba los lamentos de otros turistas de distintas nacionalidades y quizás religiones. ¡Es un despropósito haber subido caminando y que el Sr cura duerma la siesta! Este fue el  primer y poco amigable comentario, dicho como para que lo escuchen todos. Hubiese dejado a algún pariente para que atienda pensé yo. Una Sra. Gordita que por su atuendo parecía muy religiosa, era  la que parecía más alterada.  Su acento  la delataba, era  de Brasil. ¡Esto ya me pasó en otro lugar, a la hora de la siesta los Sres. Curas no te atienden!  Nosotros somos turistas, quizás no tengamos oportunidad de volver nunca más y nos debemos adaptar a un horario, debería ser al revés. Selló su comentario y descargaba su furia con un paso apretado.  Yo también pensé lo mismo,  ¡Es un despropósito!

Cargué las pilas con alegría, sabía que diosito no me abandonaría pese a que no lo había podido visitar.  Inicié el descenso, sobre un piso muy pintoresco de adoquines, pero muy desparejo, canturreaba algo que no se cantar, se me llenaban los pulmones de un aire fresco y alegre. Mezcla de montaña y mar.  Disfrutaba de este momento. Mi momento.  Allí abajo  tenia a la esquiva Ibiza, la inmensidad del paisaje, el mar,  las embarcaciones,  su estela blanca le daba a su azul intenso un toque muy especial.  Un hotel importante, flores y esas clásicas callecitas tan típicas de España.

Fotos y mas fotos, que difícil es guardar en ese pequeño aparatito todos los recuerdos y la inmensidad  que recorre la  perspectiva de nuestra vista, cuando las mostramos no nos  parece el mismo paisaje, siempre pienso, me parecían más grandes, más hermosos. Es que cuando sacamos esas fotos y queremos guardar un paisaje para siempre,  nunca tenemos en cuenta lo que reservamos en nuestro espíritu, en nuestra alma, en nuestros sueños, tantas cosas  no entran en esa pequeña cajita, no es más  que  una máquina fotográfica.

Lentamente seguía mi descenso, una rustica plaza de armas  cuyos antiguos cañones custodiaban la ciudad, restaurants, coquetos negocios inundados de suvenir, miraba, entraba en alguno de ellos y  preguntaba, queriendo encontrar alguna novedad, algo distinto, vi  muchas cosas de buen gusto y otras no tanto.

 En uno de ellos entré a comprar una remera. Escuché este dialogo entre una turista que hace muchos años vivió en Ibiza.  Hoy lo hace en Estados Unidos y el propietario del local. Los dos añoraban la Ibiza de antaño y despotricaban contra esta, que intenta modernizarse, que tiene autopistas,  el puerto y los ferris.  El hombre  llegó a la luna pensaba yo, en silencio. Mi espíritu rebelde, estaba encendido y a punto de participar. Por suerte  quise callarme y lo logré. Segunda vez en el día. Ibiza logra cosas insólitas en mí. Pero mi cabeza no dejaba de razonar, mientras observaba el hermoso y coqueto local, el dueño se apuraba porque quería irse, quizás a dormir una siesta, su negocio estaba ubicado en un lugar privilegiado,  paso único y obligado de los Turistas, económicamente seguro no le debía ir mal. La Turista que  vivía con todo el confort y tecnología en Estados Unidos ¿de qué se quejaba?  Sus deseos era  tener un lugar de belleza privilegiada, agreste y tranquila para ellos dos. ¿No les parece un poco egoísta? Meditaba en silencio.

El turismo es esto, placer para algunos,  incomodidades para otros, los otros son lo que se creen dueños del lugar. Cuando falta confort piden a gritos mostrar sus bellezas de las cuales se hacen propietarios y quizás así sea. Pero el Turismo trae progreso, si es planificado, si es ordenado,  si es un Turismo sostenible, no causa daño, si,  pequeños inconvenientes. Le quita libertades a aquellos que se creen dueños del paisaje. Los que no hicieron nada para su creación pero que tienen la suerte de disfrutarlo. Si se  hizo lo imposible para que el mundo conozca sus maravillas, cuando viene el mundo debo achicar, achicarme en mis libertades para que sean iguales para todos, se les debe ofrecer  confort, su tiempo es limitado y quieren disfrutar y conocer todo en poco tiempo. Los lugareños deben saber que ese sacrificio, les traerá bienestar a ellos y a sus hijos.  Los podrán tener cerca porque no deberán emigrar para estudiar o buscar  trabajo, serán los empresarios de los emprendimientos de sus padres, debemos saber y conocer todo esto para poder compartir el placer de vivir en un lugar Maravilloso. Tan maravilloso como Ibiza.-

Santa Eulalia

 Este es un lugar imperdible que se puede aprovechar durante todo el día, no muy lejano del centro de Ibiza, existe una línea de colectivos que te lleva hasta allí, por muy pocos euros y con una demora de una hora aproximadamente, se puede disfrutar de un panorama totalmente distinto. A mi particularmente me encantó. Su playa, muy cerca de la terminal de ómnibus, no más de 400 metros. El pueblo tiene una distribución clásica,  a nosotros los argentinos nos encanta, lo edificios de departamentos y Hoteles muy cerca y frente al mar, esta comodidad a mi me apasiona. El lugar parece más apacible,  más familiar, más económico,  lamentablemente  tenía pocas horas para disfrutarlo. El mar súper tranquilo y transparente, sus playas súper limpias, un cuidado paseo frente el mar, como los malecones  del Caribe y la rambla o Costanera  en Sudamérica.  Un coqueto Puerto deportivo, muy cerca del centro, completan las necesidades de un Turista exigente. La oferta gastronómica amplia  y de calidad como en toda España, Los tragos al atardecer, son infaltables,   son una vedette, “Los mojitos y Daiquiris”.

Muy cómodo en el  viaje de vuelta, repasaba mis días en la isla, ahora llegar al Hotel  y preparar la valija, al día siguiente muy temprano, un nuevo destino Madrid me espera.

Autor:

Raúl  Solis

Mail: solsolo69@hotmail.com

Ganador: 1er. Premio” Perla del Pacifico” /Ecuador 2010

1er Premio Perú: “País de las Mil Maravillas” / Trujillo. Perú 2011

Socio Fundador de la Asociación Internacional de Periodistas y Escritores Latinos de Turismo                               
 

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