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En el umbral de una nueva temporada de huracanes

24 de Abril de 2007 10:17am
godking

En el Caribe hemos llegado a esa época del año, justo después de los Oscars, cuando bautizamos a las tormentas atlánticas, lo cual para nosotros es mejor conocido como el comienzo de la temporada de huracanes. Este año Alberto, Beryl, Chris, Debby, Ernesto, Florence, Gordon, Helene, Isaac, Joyce, Kirk, Leslie, Michael, Nadine, Oscar, Patty, Rafael, Sandy, Tony, Valerie y William prometen ser "éxitos de taquilla", seguramente para mantener a nuestros servicios de emergencia bien entretenidos y a nuestros ciudadanos (con suerte) pegados a sus asientos.

Esta asignación de nombres también coincide con lo que rápidamente se está convirtiendo en una triste tradición global, cuando al salir los informes de la ONU en 1990, 1995, 2001 y ahora en el 2007, mediante un acto de prestidigitación, el mundo se ve enfrascado en un debate sobre las causas del calentamiento global, ignorando convenientemente el hecho de que, cualquiera que sea la patología, los síntomas están aquí, ya.

En ningún otro lugar es este secuestro del debate más patético que en el Gran Caribe, donde la capacidad para afectar la causa, sea natural o antropogénica, es insignificante, por no decir más, pero nuestra situación económica, social y política nos imprime el potencial conjunto para enfrentar el reto, si sólo miráramos en dirección correcta, apartando la vista del humo y los espejos.

Ya es hora de percatarnos de que incluso los famosos que rechazan el cambio climático provocado por el hombre, el calentamiento global y el incremento en la actividad ciclónica, reconocen el aumento en número e intensidad de los huracanes en el Atlántico/Caribe.

Afortunadamente, se viene manifestado una creciente tendencia en la que las bases, la comunidad científica y las organizaciones internacionales han encontrado un terreno común en la necesidad de contar con información útil para la formulación de políticas, dejando a un lado el debate bizantino sobre la causalidad, para abordar las amenazas reales que enfrenta la gente de verdad, que está en peligro como consecuencia del cambio climático.

Al centro del debate está la necesidad de que los humanos y sus asentamientos, particularmente en el mundo en desarrollo, se adapten a circunstancias sobre las cuales tenemos tan poco control a corto plazo.

El dióxido de carbono permanece en la atmósfera durante décadas y los océanos conservan el calor por siglos; así que independientemente de las disminuciones de las emisiones de los gases que provocan el efecto de invernadero, las emisiones anteriores mantendrán al planeta Tierra bastante calentito por un buen tiempo. Aún en el caso de que las emisiones se hubieran detenido antes de que este artículo se publique, se cree que las temperaturas seguirán en ascenso y todos los impactos continuarán surtiendo efecto durante algún tiempo.

Aunque tales afirmaciones le hubieran costado la hoguera a cualquiera hace sólo unos años, cada vez se acepta más la necesidad de evaluar los aspectos en el orden científico, técnico, medioambiental y social de la vulnerabilidad (sensibilidad y adaptabilidad) ante el cambio climático, así como también las opciones en materia de adaptación.

La adaptación, por ende, debe seguir ganando terreno en nuestros esfuerzos por conceptualizar y enfrentar el cambio climático. Los sistemas humanos y naturales inevitablemente se adaptarán por sí solos hasta cierto punto, pero la adaptación planificada puede complementar la adaptación autónoma en una forma que acreciente el máximo beneficio, teniendo en mente que algunos entendidos se atreven a hablar de posibles beneficios para aquellas regiones que logren adaptarse con éxito.

Según Roger Jones, co-autor del informe del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático: "La adaptación al cambio climático es inevitable ya; la única cuestión es si será mediante un plan o en medio de un caos".

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