Pedro Rafo León, experto en turismo vivencial, Perú

19 de Febrero de 2010 4:32pm
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El turismo vivencial se va abriendo camino en Perú como una opción de mucho valor agregado para el visitante internacional, y a la vez como fuente de recursos y desarrollo para las comunidades locales, e incluso de beneficios para el sector privado. León habló a Caribbean News Digital sobre su situación actual y las perspectivas, e insistió en que es clave que este segmento “no sea masivo”, y que no sustituya las actividades tradicionales de esos grupos humanos que se benefician.

¿Cuál es la situación del turismo vivencial en Perú?

-Poco a poco ha ido creciendo, hay en estos momentos una red de 30 emprendimientos en diferentes partes del país, muy diferentes unos de otros, que ya son oficialmente reconocidos y promovidos por el Ministerio. Es un proceso que comienza con diagnósticos sobre dónde hay interés, dónde hay valor, posibilidades; por tanto, también dónde no los hay, para no crear falsas expectativas en comunidades pobres. Establecido este diagnóstico, empieza toda una tarea de capacitación en servicios, en cultura de mercado, en gestión, en contabilidad, en idiomas, con las mismas comunidades.

No es excluyente del turismo convencional, todo lo contrario, es complementario. Si uno quiere tener una experiencia más intensa puede irse una semana a convivir con una comunidad, pero no es el caso de mucha gente. Si uno va a Cuzco, a la Amazonia, quizá va a desear estar en un hotel con todas la comodidades del caso, pero puede alternar el hotel con un día y una noche en una comunidad, compartiendo con gente encantadora, dándose uno también a conocer, enterándose de lo que es una cultura ancestral, el trabajo de la tierra, el manejo de los bosques, la pesca tradicional y racional, sostenible; todo eso apunta también a fortalecer las maneras tradicionales en que esas comunidades se han relacionado históricamente con su entorno natural.

Entonces, se puede combinar turismo convencional con turismo vivencial, o hacer sólo turismo vivencial, o dedicarle sólo una mañana a ver cómo se teje, o se hace cerámica…

Ese turismo vivencial, en el que afortunadamente los pobladores de la comunidad son los mismos que ofrecen servicios, ¿qué inversiones implica?

-Muchas veces esa inversión viene de fuentes de cooperación, que constituyen un fondo inicial que luego se va multiplicando. Y hay formas muy ingeniosas, como la de una comunidad en Cuzco, que es anexa a un centro arqueológico muy importante y que está entre dos ciudades muy visitadas por el turismo, Cuzco y Puno. Una entidad de cooperación muy importante de Naciones Unidas quiso entrar en relaciones con esta comunidad ofreciéndole lo tradicional: mejoramiento de pastos, crianza de ganado menor, en fin, y la comunidad dijo que no, que le ayudaran instalando un baño. “¿Un baño?”, preguntaron. “Sí, un baño grande y limpio, porque todos los turistas que vienen a nuestro centro, ya sea desde Cuzco o Puno, quieren hacer pis cuando se bajan del bus. Le cobramos un sol (unos 30 centavos de dólar), y acá vienen unos 600 turistas cada día”. Con ese fondo fueron creando capital y fueron construyendo las habitaciones para los huéspedes, se fueron capacitando.

Entonces, en el turismo vivencial, ¿el turista no está ceñido a una oferta rígida?

-Es totalmente libre, si quiere un paquete, si quiere un día, una noche, si quiere pasear por el lago Titicaca, si quiere hacer trekking, si quiere hacer kayak… Ya muchas empresas privadas con visión están incluyendo este componente en sus paquetes. Entonces, ofrecen a las comunidades contratos para darles servicios de valor agregado, por ejemplo kayak, trekking… Y ahí salen todos beneficiados. Gana la empresa privada, porque les da un valor adicional extraordinario a sus viajeros, el turista que va a la comunidad gana con más experiencias y la comunidad gana porque el turista se queda más días. Y son prácticas amistosas con el medio ambiente.

¿Quién maneja el negocio dentro de la comunidad?

-El mayor liderazgo está en manos de mujeres. Las mujeres son más rápidas para entender las cosas, más abiertas, menos prejuiciosas, más pacientes. Las mujeres tienen un rol increíble en estos proyectos.

¿La gestión está en manos de alguna dirección o de la comunidad en general?

-Generalmente, cuando se decide hacer emprendimientos de este tipo se forma un comité de turismo dentro de la propia comunidad, el cual tiene sus propios dirigentes que son elegidos por un período determinado y se les evalúa como a gerentes.

¿Entonces no es empresa privada?

-Yo diría que es microempresa, comunitaria. En cuanto a promoción, actualmente hay una guía impresa, que está también en Internet; ya muchos operadores privados están promoviendo estas experiencias como parte de sus servicios, y algunas comunidades ya se promueven directamente por Internet.

Hay algunas cifras: en dos años ya se han beneficiado 5.000 familias campesinas con esta modalidad de turismo, directamente. Y unas 30.000 indirectamente, a través de servicios. Y el monto que se ha movido en este período es de cinco millones de soles, que equivalen a unos dos millones de dólares: no es poca cosa para un proyecto germinal como éste y que, algo muy importante, nunca será masivo, porque el día que se masifique se acaba. Hay dos condiciones para que sea un proyecto sustentable: que no sea masivo y que las comunidades no dejen sus actividades tradicionales para reemplazarlas por el turismo, porque ahí empieza la falsedad.

¿Qué fuerzas intervienen en el proyecto como apoyo a estas comunidades?

-El Ministerio, en primer lugar. Diversas redes de cooperación, como Caritas; la cooperación italiana, la cooperación española; algunas ONGs menores, locales o internacionales, y las empresas de turismo, también las privadas que ya empiezan a hacer contratos con las comunidades. Más que monetaria es una cooperación técnica: capacitación, pasantías, intercambios, creación de redes, inversión en gestión, en promoción.

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