Turismo de naturaleza: para entendernos bajo el sol

05 de Septiembre de 2012 7:42pm
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Turismo de naturaleza: para entendernos bajo el sol

Las organizaciones ecologistas y comunitarias de Puerto Rico se anotaron este año una victoria frente a poderosas compañías hoteleras de Estados Unidos y Canadá, que le habían echado el ojo a una franja selvática de la costa norte de la isla. Como remate de una larga pelea, que involucró también a conocidos artistas, las autoridades insulares firmaron en junio una ley que limita la urbanización del llamado Corredor Ecológico del Noreste.

La designación del paraje como reserva natural prohíbe la construcción allí de centros turísticos grandes, aunque deja abierta la puerta para edificar instalaciones pequeñas que sirvan a la práctica del ecoturismo.
 
Con el edicto parece haber concluido otro capítulo en la difícil relación de amor y odio entre naturaleza y turismo, esta vez a favor de la primera. No siempre ha ocurrido así. En la búsqueda de enclaves para descansar y apreciar la belleza del mar, de un salto de agua o el espectáculo de la vegetación, la industria del ocio se ha convertido paradójicamente en una de las causas de la degradación medioambiental en el mundo.
 
Las cadenas Marriott International y Four Seasons Hotels, por ejemplo, planeaban desplegar vastos hoteles, miles de residencias de lujo, campos de golf y otras costosas inversiones en el Corredor Ecológico del Noreste, atraídas por los bosques costeros del área, sus humedales, manglares, una laguna bioluminiscente, praderas de yerbas marinas, arrecifes de coral y kilómetros de playas vírgenes: San Miguel, Colorá, La Selva y Las Paulinas, entre otras. En los cálculos no entraban los equilibrios de ecosistemas que sirven de hábitat a más de 50 especies raras, o en peligro de extinción, algunas únicas de Puerto Rico. Ante la legión de turistas que soñaban traer esas cadenas hoteleras, ¿qué espacio hubiera quedado en esas playas para el desove de la tortuga marina más grande del mundo, la tinglar, símbolo del Corredor?
 
De haber prosperado tales planes, se hubieran marchitado, justamente, los atractivos que encandilaban a los inversionistas de Marriott y Four Seasons. Pero en la carrera por engrosar ganancias, la industria del ocio sabe amortizar inversiones para buscar luego otros lugares o fabricar allí mismo otros atractivos. Más triste papel queda reservado al medio ambiente y a las economías locales.
 
Amenaza a la naturaleza
 
El turismo implica un acercamiento a la naturaleza y a nuevos escenarios culturales. Dicha experiencia, organizada como industria, ha apostado básicamente a fórmulas mercantiles que implican masividad, un contacto endeble y hasta poco respetuoso con el entorno, con impactos negativos para el medio ambiente y las comunidades locales muchas veces. Uno de los ejemplos más notorios quizás sea el de las líneas de cruceros, que dejan a su paso toneladas de residuos, daños a los corales y especies marinas, y un paupérrimo intercambio con las culturas y economías de los puertos visitados.
 
Sin sistemas adecuados para el procesamiento de desechos, decenas de miles de barcos de ese tipo mueven cada año a unos 14 o 15 millones de turistas por el Caribe. Un crucero con capacidad para tres mil pasajeros produce de 400 a 1.200 metros cúbicos de desperdicios húmedos por día, incluidos los de cocinas y baños, informa el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
 
La otra cara de esa moneda tampoco tiene brillo. La Sociedad Internacional de Ecoturismo (TIES, por sus siglas en inglés) observa que los pasajeros de cruceros gastan en una isla del Caribe 18 veces menos que los turistas alojados en hoteles pequeños basados en un acercamiento real a la naturaleza.
 
La mayoría de los mil millones de turistas que prevé alcanzar la Organización Mundial de Turismo (OMT) este año disfrutan del medio ambiente de manera superficial, dorándose bajo el sol, sobre las arenas de alguna playa divina. Otros corren tras los últimos refugios de ballenas, manatíes, lémures, osos blancos u otras especies en riesgo de extinción, sin considerar, en ocasiones, que la presencia humana misma es la mayor de las amenazas.
 
En respuesta, organizaciones comunitarias han iniciado campañas contra la llegada de cruceros en zonas como Cancún y la Riviera Maya, para proteger el medio ambiente, las economías locales y la propia industria del turismo en el área. Otros apuestan a viajes identificados realmente con la naturaleza, en lugar de un turismo a costa de la naturaleza.
 
A diferencia del turista que se acerca a un río, al mar o un bosque en pose estrecha de consumidor –devora, sin muchos miramientos con los efectos que deja a sus espaldas-, el turismo ecológico propone insertarse en la naturaleza para desarrollar formas de vida sana, con una actitud más inteligente y culturalmente comprometida.
 
De acuerdo con la Unión Mundial por la Naturaleza, es “aquella modalidad turística ambientalmente responsable, consistente en viajar o visitar áreas naturales relativamente vírgenes con el fin de disfrutar, apreciar y estudiar los atractivos naturales (paisaje, flora y fauna silvestres), y cualquier manifestación cultural (del presente y del pasado) (…), a través de un proceso que promueve la conservación, tiene bajo impacto ambiental y cultural y propicia un involucramiento activo y socioeconómicamente benéfico para las poblaciones locales”.
 
Los ecoturistas, según TIES, "viajan de forma responsable hacia áreas naturales, conservando el ambiente y mejorando el bienestar de las comunidades locales". Es una experiencia en que se combinan la recreación, la conservación ambiental, el provecho económico de las comunidades visitadas –creación de empleos, incluida- y el enriquecimiento cultural para ambas partes. Marca, por tanto, distancia de la norma masiva más común en el turismo.
 
Boom del ecoturismo
 
La confluencia de factores disímiles ha propiciado el boom del turismo de naturaleza desde los años 90, incluida la corriente conocido como ecoturismo. Cansados de la oferta más común de sol y playa, los viajeros han salido a la caza de nuevas experiencias, menos pasivas y más enriquecedoras. En la búsqueda de escenarios que lo alejen de las tensiones urbanas, el tránsito vehicular y el estrés laboral cotidiano, las personas buscan un acercamiento más estrecho, directo y activo, pero a la vez más responsable y respetuoso hacia la naturaleza y las expresiones socioculturales autóctonas de los lugares visitados.
 
Ni lenta ni perezosa, la industria del ocio ha desplegado opciones para agregar valor comercial a sus ofertas y atender esa demanda. 
 
Como trasfondo, a escala global ha crecido la conciencia ecológica ante el preocupante deterioro ambiental del planeta en que vivimos, mientras los países y comunidades dependientes del turismo han comenzado a adoptar una actitud más firme para proteger sus recursos naturales. 
 
El triunfo del Corredor Ecológico del Noreste boricua no es casual. En mi opinión, confirma la fortaleza que ganan gradualmente las políticas que apuestan en el Caribe a un desarrollo verde o sustentable, concepción fundamental para un sector que constituye la columna de la economía regional. 
 
“El Caribe es hoy la zona más dependiente del turismo en el mundo, por lo que cualquier amenaza a la sostenibilidad de la industria turística representa para nuestra región un problema mayor que para cualquier otra en el planeta”, afirmó a fines del año pasado el secretario general de la Organización de Turismo del Caribe (CTO), Hugh Riley. Aludía tanto al riesgo de desastres naturales –huracanes, inundaciones, terremotos, etc.-, como al desastre humano de la explotación desmedida.
 
No existen estadísticas confiables de la práctica del turismo de naturaleza en el mundo. De hecho, muchos visitantes hacen reservaciones en hoteles tradicionales, pero practican alguna forma de ecoturismo. No obstante, datos parciales confirman la fuerte expansión de esta alternativa. 
 
Desde 1990, ha crecido a un ritmo entre el 20% y el 34% por año, según Lisa Mastny, del Worldwatch Institute, hasta alcanzar en la década pasada entre el 7% y el 10% del total global de turistas. La OMT juzgó que el turismo de naturaleza había crecido tres veces más rápido que la industria del ocio en su totalidad en el 2004. Los estimados actuales confían en que los ecoturistas están aumentando entre un 10% y un 12% por año, contra menos de un 4% que la OMT pronostica de crecimiento del turismo para este año.
 
La importante feria de Berlín, ITB, confirmó en el 2011 que los segmentos de más fuerte crecimiento en esa industria eran el turismo ecológico y el de aventuras.
 
De cualquier manera, esta es una modalidad de pequeña escala o grupos reducidos de visitantes, en oposición al turismo de sol y playa. Por tanto, no es previsible que alcance en el corto o mediano plazo una participación mayoritaria en las corrientes de viajeros. Si, además, defiende el menor consumo posible de recursos no renovables, ¿por qué las compañías turísticas y las economías locales están apostando con fuerza a esta alternativa?
 
A las virtudes ambientalistas y culturales mencionadas, se suma un detalle importante: los visitantes comprometidos con alguna variante de turismo de naturaleza invierten más tiempo de estancia y gastan mucho más que en el turismo masivo. 
 
La derrama económica es más sustanciosa para las comunidades locales, además. El 80% del dinero gastado en paquetes “todo incluido” va a las líneas aéreas, las cadenas hoteleras y otras compañías internacionales. En cambio, los llamados eco-hoteles contratan y compran en la localidad; y a veces queda hasta un 95% del dinero en la economía local, según una estudiosa, Martha Honey, de TIES.
 
Al rescate
 
No es casual que los países de América Latina y el Caribe se enganchen cada vez con más entusiasmo a una opción que lidera en el continente Costa Rica. Ese país centroamericano consiguió un crecimiento del 14% en el número de visitantes en los años 90, a cuenta de un sistema de parques nacionales y áreas protegidas que cubren alrededor de un 25% de su territorio nacional. Según estimados, cerca de un 60% de los más de dos millones de visitantes extranjeros que aterrizan hoy en Costa Rica acuden bajo bandera de ecoturismo. 
 
Otros tres países latinoamericanos que apuestan fuerte a esa modalidad son Ecuador, Brasil y México. El territorio azteca clasifica como primer destino mundial para los turistas de naturaleza norteamericanos, de acuerdo con una encuesta aplicada en vuelos –no incluye los viajes por tierra, otra vía muy seguida por los estadounidenses que cruzan la frontera hacia Canadá y México.
 
Las islas Galápagos, pertenecientes a Ecuador, son consideradas un caso excepcional e independiente, debido a su importancia como destino turístico de naturaleza de la región.
 
Para los ecotouroperadores encuestados de Alemania, Francia, Reino Unido y España, los destinos de América Latina también son clave, con excepción de los ecotouroperadores franceses que se orientan a destinos en África, principalmente por razones históricas, políticas y culturales.
 
Entre las variantes del turismo ecológico más practicadas en el mundo se encuentran la observación de la naturaleza, la observación de la fauna –en particular, de las aves-, el senderismo interpretativo, los safaris fotográficos, la observación geológica y el rescate de flora y fauna, entre otras. En Cuba, ganan adeptos las operaciones de rescate de tortugas marinas que los jóvenes universitarios realizan cada año en la occidental península de Guanahacabibes, en época de desove de los quelonios.
 
Dentro del turismo de naturaleza, otras dos alternativas en desarrollo creciente es el turismo de aventura –buceo, descenso de ríos, alpinismo, cabalgatas, ciclismo de montaña y paracaidismo, entre otras- y el turismo rural, que propicia un acercamiento más humano a las formas de vida y trabajo de las comunidades.
 
En todos los casos, es una experiencia que cala hondo en el visitante. Mejor que un discurso, este contacto con la naturaleza siembra en el alma valores que transforman la manera de entender el entorno, al planeta y a las sociedades humanas. 
 
Principios del ecoturismo
 
La Sociedad Internacional de Ecoturismo (TIES) caracteriza el ecoturismo como "un viaje responsable a áreas naturales que conservan el ambiente y mejoran el bienestar de la población local". Esa modalidad suscribe siete principios para quienes ofrecen dichos servicios y para quienes los reciben:
 
1- Minimizar los impactos negativos generados por la actividad turística para el ambiente y para la comunidad.
2- Construir respeto y conciencia ambiental y cultura.
3- Proporcionar experiencias positivas tanto para los visitantes como para los anfitriones. 
4- Proporcionar beneficios financieros directos para la conservación.
5- Proporcionar beneficios financieros a la comunidad local y fortalecer la participación de la misma en la toma de decisiones.
6- Crear sensibilidad hacia el clima político, ambiental y social de los países anfitriones.
7- Apoyar los derechos humanos universales y las leyes laborales.
 
Variantes del ecoturismo
 
De año en año gana creciente popularidad la práctica del ecoturismo, que promueve viajes recreativos para apreciar y conocer la naturaleza, mediante el contacto directo con la misma, a fin de estimular su conservación. Entre las modalidades más practicadas en ese segmento de la industria turística se encuentran:
 
- Observación de la naturaleza
- Observación de la fauna, en particular de las aves
- Senderismo interpretativo
- Safari fotográfico
- Observación de ecosistemas
- Talleres de educación ambiental
- Rescate de flora y fauna
- Observación geológica
 
Turismo de aventura
 
Muy emparentado a la práctica del ecoturismo se encuentra el turismo de aventura, que estimula viajes asociados a desafíos y pruebas impuestos por la naturaleza. Las actividades en boga en esta modalidad se organizan de acuerdo con el espacio natural:
 
Tierra:
 
- Caminatas
- Escalamientos
- Cabalgatas
- Ciclismo de montaña
- Espeleología
- Rappel
 
Agua:
 
- Buceo
- Pesca creativa
- Descenso de ríos
- Kayaquismo
 
Aire:
 
- Paracaidismo
- Vuelo en parapente
- Vuelo en Ala Delta
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