El misterio del poblado “El Cobre”

13 de Marzo de 2016 8:22pm
editor
El misterio del poblado “El Cobre”

Se afirma con absoluta pertinencia, que mientras exista Cuba como nación, la comunidad de El Cobre será uno de esos nudos que explican y exaltan, el misterio de su existencia como pueblo. Misterio hay allí entre las desnudas rocas y el brillo espléndido de las venas afloradas de mineral de cobre. Misterio hay pese a que historiadores y antropólogos se afanen en desentrañar por qué esta diminuta esquina de la geografía cubana gravita de modo tan inusual en la espiritualidad de la nación.

Podemos asumir que en este lugar los accidentes de la historia juntaron la materia nutricia, que precipitaría lo criollo y luego lo cubano. Aceptemos que allí se forjó una cubanidad en miniatura. Admitamos sin replicar, que la imagen de la Madre que se venera y atesora allí bajo la advocación de la Virgen de la Caridad y de los Remedios, es ya parte inseparable del capital simbólico de los cubanos. Ninguna de estas afirmaciones diluye el misterio esencial. Al contrario, lo densifican, lo convierten aún más en una sustancia perenne y elusiva.

 Una tradición de casi cuatro siglos, convirtió en habitus, congregar a los cubanos de todas las estirpes, clases y colores a los pies de de la Virgen de la Caridad para clamar por la justicia, la libertad, la paz, la concordia y la felicidad.

Con no poca frecuencia, nuestro sueño de nación se concibe y se alienta ante los ojos amorosos de esta virgen morena. Quizás, porque ella nos recuerda, más que cualquier otro símbolo, que somos en tanto pueblo encarnado: una amorosa, diversa, frágil, accidentada y hasta terca humanidad que navega solitaria, buscando su destino en un mar no pocas veces de encrespadas y traicioneras olas.

 Bella metáfora sin duda, la de un pueblo todo, resumido en tres hombres sobre una barca, desafiando la tormenta y encontrando al amainar, una promesa de caridad y esperanza flotando entre las aguas. Su aparición en el mar en el año de 1612, tiene el carácter de mito fundacional de nuestra cultura. Ninguna de estas aseveraciones apaga el misterio. En nuestro modo de ver las cosas, lo cualifica.

Calidad de un misterio, que sorprende cuando descubrimos que hombres desarraigados, esclavizados, sufridos hasta quebrar su humanidad curan sus llagas y su dolor ante su presencia, sin perder su hambre de libertad y justicia. Misterio acrecentado cuando contemplamos al padre fundador de la Patria, al hombre del gesto másculo que desafió a siglos de poder colonial, de rodillas ante la imagen de la esperanza, orando frente a ella por la libertad y la justicia para su pueblo.

 No podemos más que  perpetuar nuestro asombro, cuando los curtidos guerreros de la Patria, negros, blancos y mestizos van a rendir ante su ara sus espadas libertarias y solicitan en 1915 al Papa que la declare Reyna y Patrona del pueblo cubano.

Casi todos los mandatarios de la nación, vienen de igual modo a tributar su mirada estremecida y la reverencia de su silencio; quizás rindiendo cuenta ante sus conciencias de cuanto se alejaron o acercaron del sueño de una Patria con todos y para el bien de todos.

 Detengámonos con igual asombro ante los miles de exvotos de marinos, artistas, soldados, deportistas, científicos, obreros, médicos, maestros, y el pueblo llano, dejados con fe entrañable. Una  persistente ofrenda de amor que atraviesa los siglos.

Insistimos que la sola razón no nos ayuda a comprender. Hay un misterio que sólo puede ser atrapado por vía emotiva.

 Propongo llegar a este pueblo al atardecer. Subir por la empinada calle que lleva a su ecléctico templo. Desde el atrio, sentir el viento suave que satura de un aliento dulce esta elevación. Contemplar el horizonte de palmas, el verde que tiñe las siluetas recortadas de la Sierra Maestra. Coincido con quien afirmó que no hay mejor trono para una reina que esta colina. A esta hora, el silencio suele hacerse abundante en el templo, quizás roto sólo, por el leve murmullo de una oración, las luces ya  moribundas y en fuga de los vitrales, el calor parpadeante de algún cirio y el llamativo color de las flores llevadas en ofrenda. Para poder atrapar entonces el misterio queda únicamente buscar la pequeña imagen y abandonarse en su contemplación. Y aclaro que no se necesita fe religiosa para acceder al milagro, basta como dijo el poeta, experimentar ante la virgen morena, como se nos estremece el corazón.

Back to top