Los Carnavales de Río y el dilema del “low cost”

12 de Febrero de 2018 3:44pm
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Los Carnavales de Río y el dilema del “low cost”

Cuando el Rey Momo, acompañado por sus princesas —dos brillosas bailarinas de samba — recibió las llaves de la ciudad de Río de Janeiro y gritó que declaraba abierto oficialmente el carnaval, se estimaba ya que más de un millón 500 mil turistas habían hecho sus maletas para participar en uno de las festividades más famosas del mundo.

Datos emitidos por la alcaldía de la ciudad daban cuenta que para la edición de este 2018 se esperan casi 500 mil turistas más que en la anterior, con ingresos para el país en el entorno de los mil millones de dólares, cifra similar a la del año precedente.

Entonces la pregunta se impone: ¿Más turistas, igual dinero? Según un cable de la agencia AP, parte de la respuesta al dilema está en la creciente marea de turistas de bajos recursos, más interesados en las fiestas callejeras gratuitas (blocos) que en los costosos desfiles de las escuelas de samba.

Mientras que los tickets más caros del afamado Sambódromo, estadio diseñado por Oscar Niemeyer con capacidad para alrededor de 70 mil personas, pueden ir desde los 700 hasta los 2 mil dólares; los bloques de calle se popularizan por su diversidad temática y acceso libre, y en esta edición se han organizado más de 600.

Con el fin de paliar la situación se vendieron 14 mil boletos para entrar al desfile por solo tres dólares, pero estos se agotaron pronto y no estaban ni remotamente cerca de las mejores partes del recorrido que propician las escuelas de samba.

Para el historiador del carnaval, Luiz Antonio Simas, la ecuación es bastante sencilla: “Tenemos millones de personas dispuestas a salir a la calle para los modernos y gratuitos blocos, mientras que los desfiles de las escuelas de samba quedaron congelados en el tiempo y se han convertido en algo muy caro.

Para los turistas que quieren gastar poco, es una elección obvia”. Cariocas y turistas solían invertir grandes sumas en boletos para los desfiles de Carnaval y en disfraces. Pero la crisis económica por la que atraviesa Brasil y el auge de las fiestas callejeras van cambiando la naturaleza de la celebración.

En esa misma cuerda, la agencia de turismo de Río estima que una cuarta parte de los que visitan Río de Janeiro estos días gasten menos de 100 dólares diarios. En tanto, la asociación hotelera de la ciudad espera una ocupación del 85%, más que hace un par de años pero lejos del lleno total de los buenos tiempos. La festividad de este año está marcada, además, por una alta presencia policial en las calles, a raíz de la violencia acrecentada en los últimos años.

El gobierno regional de Río anunció que 17 mil 110 policías militares garantizarán la seguridad pública durante el carnaval. Solo en los alrededores del Sambódromo estarán apostados unos 800 agentes del orden. A ella se suma el descontento político que ha llegado también a la celebración, tanto en el desfile como en las comparsas callejeras se escuchan voces en contra del gobierno, la reforma laboral, la corrupción y los recortes al presupuesto de las escuelas de samba.

Algunos medios apuntan que es el carnaval más contestario de los últimos años. “Con dinero o sin dinero yo disfruto el carnaval” es el tema con el que desfila este año Mangueira, una de las escuelas más tradicionales, campeona del 2016 y "la más querida del planeta", según reza su lema.

Ese parece ser el espíritu de la celebración brasileña que se resiste a todo tipo de crisis y conmociona la ciudad hasta el 14 de febrero, cuando todo regresará a la habitual normalidad.

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