Turismo de crucero, una alerta en el Caribe

13 de Abril de 2015 9:01pm
corresponsal
Turismo de crucero, una alerta en el Caribe

Si bien la industria turística de cruceros ha experimentado un notable crecimiento en las últimas décadas, en consecuencia con los números de personas que arriban a estas ciudades flotantes, cada año para vacacionar, también aumentan los problemas asociados.

Según informa la Asociación Internacional de Líneas de Cruceros (CLIA), el Caribe es el destino preferido para esta industria con más de un tercio de la cuota de mercado de capacidad de despliegue mundial para el 2015.

Sin embargo el atractivo natural del trópico igual que una fortaleza a la hora de competir como destino turístico, constituye una debilidad asociada a la vulnerabilidad de sus parajes constantemente amenazados por toneladas de residuos de todo tipo que, en parte, son vertidos a los mares.

La región caribeña recibe anualmente un promedio de 50 mil embarcaciones de todo tipo y se prevé que aproximadamente el 60% de los pasajeros de crucero visitan el Caribe.

Según los datos que recoge un informe presentado por Oceana en 2004, mayor organización internacional centrada exclusivamente en la conservación de los océanos, se estima que un buque crucero con capacidad aproximada para 3000 pasajeros puede llegar a generar cada día cerca de 1000 toneladas de residuos.

Asimismo, el Programa de  Naciones Unidas para  el Medioambiente (PNUMA), asegura que los vertidos contaminantes de los cruceros suponen una amenaza para los países del Caribe, territorio en el cual tiene lugar “el tráfico marítimo más intenso del mundo”.

En el contexto de la contaminación de las aguas, los datos sobre la incidencia de estos gigantescos navíos son alarmantes. Existe una estimación de que el 24 por ciento del total de los desechos sólidos que hay en los mares son generados por los cruceros y que cada año se arrojan al mar 17.767.442.761 toneladas de basura.

El deterioro eminente de las aguas producto de este tipo de turismo condujo a que la Organización Marítima Internacional, IMO por sus siglas en inglés, declarara una serie de “áreas marinas particularmente sensibles” entre ellas el Archipiélago Sabana-Camagüey en Cuba; la Isla Malpelo, en Colombia; la Reserva Nacional Paracas, en Perú¬; y las Islas Galápagos, en  Ecuador.

La IMO regula además la legislación más relevante para la prevención de la contaminación de las aguas producida por las embarcaciones; la Conferencia Internacional de la Contaminación del Mar, que más tarde se fusionó con el Convenio Internacional para Prevenir la Contaminación de los Buques, y forman en la actualidad el Protocolo de 1978, conocido como MARPOL 73/78.

Aunque el convenio establece algunas normativas de cumplimiento obligatorio para la eliminación de la polución por hidrocarburos y otras sustancias dañinas, no existe una legislación específica sobre el impacto medioambiental proveniente de embarcaciones destinadas al turismo. De esta forma, la legislación vigente resulta insuficiente.

Aunque el turismo de cruceros ha contribuido de manera positiva al desarrollo regional mediante la generación de divisas, de empleo, de la diversificación económica y del crecimiento, también plantea diversas cuestiones relativas al impacto económico, sociocultural y ambiental.

Luego de que la Asociación Internacional de Líneas de Cruceros (CLIA) presentara su informe anual sobre el estado de esta industria en el 2015, es innegable el desarrollo vertiginoso que experimentará este subsector en los tiempos venideros, como lo será también el desarrollo de  estrategias que contrarresten los daños ambientales si analizamos lo que cuentan las cifras.

Para este año, se espera que 23 millones de pasajeros se embarquen en un crucero. Además, el 61% de los agentes de viajes pertenecientes a CLIA Norte América han informado que las reservas para 2015 aumentan en comparación con años anteriores.

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